miércoles, 31 de diciembre de 2008

El Mesías de Händel XIII

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Dejábamos pendientes dos cabos. El texto de Händel concluye Ag 2,7 así: "the desire of the nations shall come". Probablemente la traducción inglesa está influida por la latina que dice "el deseado", pero el original hebreo pide mejor riquezas, que es lo que dice la española que hemos usado. Pero dejada a un lado esta nota erudita, que no tenía otra finalidad que aclarar esa posible duda que le hubiera podido surgir a algún contertulio, vamos a lo sustancioso.

El libretista se para ahí, y omite el final del versículo: "llenaré de gloria este Templo". ¿Por qué? Lo sustituye con Ml 3,1ss: "De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis: miradlo entrar -dice el Señor Sebaot. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor. [...] Refinará a los hijos de Leví y presentarán al Señor la ofrenda como es debido".

Al obrar así, nos está diciendo algo muy interesante. Entiende que la llegada del Señor-Mensajero equivale a que se llene de gloria el Templo. La unión de la profecía de Ageo y la de Malaquías se ve reforzada expresivamente porque Händel continúa en la misma tesitura. El bajo prosigue cantando el primer versículo del oráculo.

Esta profecía de Malaquías comienza con algo chocante. Habla de Señor buscado y de mensajero deseado. Lo llamativo es que ese Señor, que es la palabra que el piadoso judío emplea para evitar pronunciar el santo nombre de Dios, Yhwh, es también un mensajero. ¿Cómo puede ser Señor y enviado? Solamente después de la Encarnación hallamos luz para entender esta paradoja. El Señor -también es la palabra que usa el NT para referirse a Jesús-, el Hijo de Dios hecho hombre es el enviado del Padre.

Es el Verbo encarnado la máxima revelación de Dios, su máxima presencia en el mundo. Pero, estando así presente, no deja de ser absolutamente trascendente. Es la gloria de Dios que llena el Templo. En primer lugar, el de su cuerpo, como nos dice Jn 2,21. Pero su gloria llena también el Templo que es el seno virginal de María; el Templo que es la Iglesia y en cuya construcción, como piedras vivas, entran los creyentes; y el Templo que es el justo. Es su gloria la que hace que sea verdad en nosotros lo que la Luz del mundo dice a sus discípulos en el Sermón de la Montaña: "Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5,14).

Habrá que continuar. Pero ya el año que viene, si Dios quiere.

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