domingo, 11 de enero de 2009

Escuchar mal de alguien

Me acabo de enterar de que una amiga está preocupada porque alguien influyente en su vida ha cambiado de actitud. Piensa que ello es debido a que han hablado mal de ella. Lo cual es muy posible, aunque tal vez en este caso no sea así.

El Señor me ha regalado muchas veces con situaciones parecidas. Recientemente me ha pasado con un amigo. Ya ni contesta a mis cartas. Aunque puede que no sea por este motivo, hay muchas posibilidades de que le hayan hablado mal de mí. Sea por esta causa o por otra intentaré no juzgarlo en mi interior ni dejar de quererlo y procuraré aprovechar la situación para crecer.

Pero empecemos por el detonante. Que alguien hable mal de otro es algo muy frecuente. Nunca se insistirá bastante en que no lo hagamos. Mas creo que hay algo peor que hablar mal de alguien y es escuchar mal de alguien. Si no escucháramos mal, las habladurías serían inocuas.

Escuchamos mal principalmente de dos maneras. La primera, cuando damos crédito a las palabras que nos dicen de alguien. Cuando uno nos cuenta algo malo de otro y no lo hace buscando el bien de éste, lo mejor es hacer oídos sordos y pensar que el que nos ha hablado mal necesita que obremos bien por él. ¿Por qué? Porque, al actuar así, se hace daño a sí mismo; la primera víctima del pecado es el pecador. Escuchar bien es darnos cuenta de la necesidad del que nos habla mal, es poner el oído de tal manera que sus malas palabras sobre otro despierten nuestra misericordia.

Pero hay veces que incidentalmente, sin que el otro busque el mal de la otra persona, nos enteramos de algo malo de un tercero. Escuchamos mal cuando nos erigimos en jueces que condenamos a esa persona. Pero, aunque no lo juzguemos, escuchamos mal, tanto en esta circunstancia como en la anterior, si, habiendo visos de verosimilitud, no lo escuchamos, no nos tomamos la molestia de oír la versión del tercero. Es posible que necesite también nuestra ayuda.

Escuchando bien, las malas palabras sobre alguien se convierten en un trampolín sobre el que podemos saltar para que nuestro amor llegue más lejos. ¿Y si hemos escuchado mal? La pobre víctima de nuestro mal oído nos devuelve bien por mal. Sin él pretenderlo, es la ocasión de que nos demos cuenta de que hay algo que purificar en nuestro corazón; no nos conformemos con arrepentirnos y confesarnos. El mal cometido nos invita además a darnos cuenta de que esa mala acción ha sido la materialización de un interior necesitado de purificación. Ahí hay algo para trabajar con el director espiritual.

¿Y cuando hablan mal de nosotros? Démosle gracias a Dios, porque es también una magnífica ocasión para nuestra purificación. Con frecuencia nos identificamos tanto con nuestro buen nombre que no nos damos cuenta de que estamos afectados desordenadamente a la fama, a la honra, a que hablen bien, a ser reconocidos, etc. La tristeza, el dolor, la rabia,... ante un hecho así delatan que estamos aún lejos de ser como Jesucristo, que antes fue tomado por loco que por cuerdo e incluso por endemoniado (cf. Mc 3,21s). Otras veces será el miedo al ridículo, a quedar mal, etc. el que nos avise. Así que, en esto o en otro avatar, mientras que ante un mal recibido no brote espontáneamente de nuestro corazón el amor al enemigo, tomemos la cuestión entre las manos y vayamos a alguien que nos ayude a dejarlo todo para mejor seguir a Cristo.

1 comentario:

MJ dijo...

Por partes y enlazando tus posts anteriores:
Estuve muy de acuerdo con lo que escribiste de la "propaganda". Dios no necesita de Nada, pero nosotros necesitamos Amar. Al amar como nos ensegno Jesus descubrimos la Amistad con la Divinidad (por el post de ayer)..
Lo que escribes hoy, pues no se, en el/los ambientes que yo me muevo he llegado a la conclusion de que muchos nos preocupamos muchisimo mas de lo que decimos de los demas, quiza demasiado, considerando la posibilidad de esos mal oyentes..o sea que parece que hay que andarse ojo avizor con lo que se dice no vaya a ser uno un indiscreto y le tomen a mal..al final esto altera la comunicacion. Ademas yo creo que cualquier persona con sentido comun no se toma en absoluto en serio nada de lo que oiga acerca de un tercero, sobre todo si es considerado "malo", por el cerebro de uno, mas bien uno termina pensando que lo cuando "huele, debajo lo tiene" que deciamos en el colegio, o sea que vemos "malo" en los demas lo que llevamos dentro. Cualquier otra cosa nos provocaria compasión, pena.. pero no echarnos las manos a la cabeza