miércoles, 28 de enero de 2009

Un pastel envenenado

Con las primeras informaciones y sin haber podido leer todavía la sentencia, me suena a un pasteleo por el que formalmente parece que tal vez algunos se puedan sentir tranquilos, pero, en la práctica, ¿en qué va a quedar eso de no imponer criterios morales o éticos que son objeto de discusión en la sociedad? ¿Quién dice qué está dentro o no de los principios y valores constitucionales? En fin, coged con pinzas lo que diga, pues hay que ver la sentencia cuando salga. Es simplemente una primera impresión sobre unas primeras informaciones no demasiado claras.

Una mala noticia. Aunque de momento la vía judicial no ha terminado. Poco a poco va desapareciendo la patria potestad –el Estado se hará cargo de ella–,  también el ciudadano –despojado de su conciencia y, en su lugar, la ley–, la libertad –sin conciencia acabamos en la animalidad–, la justicia –el parlamento decide que es bueno y malo–, la sociedad –sin personas y sin familia, pues desaparece la patria potestad–. Sin todo esto, ¿la democracia no quedará convertida en una mascarada que encubra una tiranía?

Para los cristianos una magnífica oportunidad. Hasta ahora, la respuesta de la Iglesia y de los cristianos, en general, salvo las gloriosas excepciones de los objetores y algunos más, no ha sido precisamente muy digna de recuerdo. En general, me parece que no ha sido ni inteligente ni audaz; en algunos casos, de un pragmatismo aterrador.

Creo que esto acaso nos fuerce a dar una respuesta a la altura de los tiempos. Hace mucho que deberíamos de haber despertado de la inercia y de creeer que la espingarda con la que luchábamos era el arma adecuada a este momento. El reto es difícil. Del momento sin diluirnos en él; distintos sin convertirnos en un gueto.

[Añado a las 22:30 este enlace a un artículo que hace una lectura optimista de las noticias que, de momento, hay sobre la sentencia. Dios quiera que tenga razón]

[Esto lo añado al día siguiente. Es un artículo que hace una lectura más parecida a la mía. Los contrastes de opiniones pueden ayudarnos tener más claridad]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mirando a mi alrededor, encuentro a personas terriblemente débiles en sus emociones, que necesitan ayuda y al mismo tiempo muy soberbias que no la quieren recibir.
Encuentro a jovenes que sólo conocen cinco o seis palabras para expresar sus sentimientos.

Antes se reprimía el deseo, ahora se potencia, sin saber distinguir la diferencia entre los deseos y el deseo. ¿Cómo explicarles que la verdad del deseo no busca satisfacción sino plenitud?

La mayoría de los padres no educan a sus hijos, sólo les preocupa que estén a gusto.

Estamos dejando que nos roben a nuestros hijos.
Cuando despertemos espero que no sea demasiado tarde.