lunes, 16 de febrero de 2009

Antífona de comunión TO-VI.1 / Salmo 78(77), 29-30

Probablemente las grandes desconocidas de la liturgia eucarística sean las antífonas tanto de entrada como de comunión. Ando algún tiempo pensando si ponerme a glosarlas y finalmente me he decidido. De momento, las de comunión.

Nuestra concepción de la eucaristía suele ser muy reducida. Está normalmente centrada en la presencia sustancial del Cuerpo y la Sangre de Cristo, pero abstraída esta presencia del Misterio Pascual, de ser este sacramento memorial del Sacrificio de la Cruz, de su dimensión eclesial,  etc.

Las antífonas nos abren panoramas muy ricos de la fuente, centro y culmen de la vida del cristiano. Las de entrada tienen un carácter más general y se centran, ante todo, en disponer a los fieles y ministros a la celebración del misterio. Las de comunión se fijan precisamente en ese momento.

Cuando no hay un canto eucarístico –no pocas veces los hay más o menos piadosos pero no muy directamente relacionados con el sacramento que se celebra-, el sacerdote ha de decir la antífona para ayudar al clima de oración en que debe de tener lugar la procesión para comulgar. Sin embargo, esto suele ser excepcional.

Pues bien, en las antífonas, hay contenida una riqueza teológica sobre este sacramento que merece la pena hacer presente. Muchos cantos de comunión son palabras humanas. Las antífonas, casi en su totalidad, son pasajes de la Sagrada Escritura, es decir, son Palabra de Dios. Empecemos por la primera de las dos que preveía el misal para ayer domingo.
Comieron y se hartaron, así el Señor satisfizo su avidez (Sal 78,29s).
El Salmo 78 (77) es una meditación histórica. Este breve pasaje hace referencia al alimento que recibió el pueblo de Dios en el camino por el desierto. Jesús, en Jn 6, se remitirá también a este hecho de la Historia de Salvación para hablarnos del Pan vivo bajado del Cielo que es Él.

La procesión de la comunión queda con este contexto histórico iluminada. En ese momento, vemos cómo la vida de fe es un camino por el desierto, un éxodo desde el Egipto del pecado a la tierra prometida que es el Cielo. Y los que han salido de su esclavitud atravesando el mar Rojo del Bautismo son alimentados en su caminar con el Pan del Cielo, con la carne de Cristo.

La avidez más profunda del hombre no es de comida material, el hombre tiene hambre de divinidad, porque fuimos creados para ser Hijos de Dios. Este anhelo tratamos de acallarlo de mil maneras, intentamos satisfacerlo con mil cosas. Pero el hambre de divinización sólo se sacia con divinidad; mas el hambre de divinización no podemos satisfacérnoslo nosotros, es Dios quien nos lo sacia dándosenos: "El Señor satisfizo su avidez".

Lo hace dándosenos y nosotros recibiéndolo, comiéndolo. Porque es un don lo recibimos, no lo tomamos. Como no es un derecho, extendemos la mano como un mendigo o abrimos la boca como un pajarito en el nido. Y ese alimento se da en abundancia, comemos hasta hartarnos. Cualquier otro fin con que queramos llenar la vida nos deja insatisfechos. Pero, aunque el verdadero maná nos harta, paradójicamente, a la par, nos da más hambre de Dios. Así anticipamos el Cielo, donde, plenamente divinizados, nunca acabaremos de enriquecernos de Dios.

2 comentarios:

Giocondo dijo...

no es bueno que el hombre - o la mujer - estén solos

hoy hablas de antífonas de la Comunión cuando lo importante es lo segundo . Por h o por b muchos en la vida nos quedamos solos , y esto de la comunión supone para nosotros un gran misterio y un deseo real de acercarnos a Jesús compartiendo lo que tenemos con los demás .

Pero hay un impedimento , puede ser egoismo o puede ser la voluntad de Dios , que de momento nos quiere solitarios , aunque no entendamos el significado de esto y se lo preguntemos ,
Incluso cuando vamos a estar en Comunión con Jesus y los hermanos sentimos que no conocemos a nadie y que nadie tiene el menor interés en conocernos.

hubo un hombre pidiendo a las puertas del templo , se llamaba Antonio , pues así lo decidió él mismo ...ha desaparecido después de estar ingresado ...
no creo que nos comportemos como una comunidad de fe si no nos interesamos por su paradero ... yo le ví por la calle ...me dijo donde estaba ... cabizbajo por la pena ... le abracé .. como el príncipe necio del salmo siguió su camino sin retorno hacia la cruz... pero nadie parece preocupado por él , está solo , sólo Dios Basta diría si supiese leer

Anónimo dijo...

Mónica:
Es triste esto que escribes.
Parece que te sientes muy sola. Recuerda que dentro de ti tienes un tesoro inmenso. Búscalo, pide ayuda para encontrarlo. Está dentro te lo aseguro. Cuando,lo encuentres nunca más te sentirás sola y lo podrás compartir con los demás.