lunes, 2 de febrero de 2009

El Mesías de Händel XXVIII

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Después de un breve recitativo de la contralto sobre Is 7,14, que nosotros en nuestra glosa hemos prolongado tal vez en exceso, va a hacer ella la suya propia cantando un versículo de la segunda parte de Isaías y otro de la tercera; la Escritura explica a la Escritura:
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: "Aquí esta vuestro Dios" (Is 40,9). ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! (Is 60,1).
En obediencia al profeta que manda alzar la voz, tras la cantante, el coro se encargará de subrayar este pasaje.

Todos los mensajeros están convocados a anunciar con todas sus fuerzas a los cuatro vientos que ese Niño, ese Enmanuel, del que nos hablaba el paso anterior, es Dios. Pero Malaquías 3,1 nos había hablado no de los mensajeros, sino del Mensajero que es al mismo tiempo el Señor.

Desde el primer instante de su Encarnación, Jesús siente el envío del Padre: "Súbete a un monte elevado" para manifestar en tu humanidad la divinidad, para que viendo por la fe en ella al Hijo, conozcan en el Espíritu al Padre.

Sube al monte y vence allí la tentación de Satanás, para que conozcan que Dios viene a traerles la victoria. Sube al monte y proclama las bienaventuranzas, que escuchen en tus dichos la voz de quien habló a Moisés en el Sinaí. Sube al monte en soledad a orar, para que sepan del diálogo eterno de amor que hay entre las tres divinas personas. Cura en el monte a los enfermos y dales de comer para que conozcan quien es el Dios que los cuidó en el desierto. Sube al monte y transfigúrate para que vean la gloria de tu divinidad y participen en mayor plenitud del misterio que vivieron Moisés y Elías en el monte del Señor. Sobre el monte, sube a la cruz para que vean que el Señor salva. Elévate sobre el monte y siéntate a la derecha del Padre.

Antes de subir al monte, sintió turbación y una voz del cielo dijo: "le he glorificado y de nuevo le glorificaré" (Jn 12,28). En Getsemaní, sintió tristeza y un ángel le llevo consuelo. Sí, no temas Heraldo de Sión, grita desde tu cruz gloriosa: "Aquí está vuestro Dios".

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