miércoles, 25 de febrero de 2009

Limosna, oración, ayuno


Hoy, Miércoles de Ceniza, voy a callar y dejar que los Padres del desierto glosen tres palabras del evangelio de hoy (Mt 6,1-6.16-18).

Sobre la limosna.
El abba Agatón exhortaba con frecuencia a su discípulo, diciéndole: "no se te ocurra adquirir para tí una cosa tal que cuando te la pida un hermano te resulte penoso el dársela y te encuentres así faltando a los mandamientos de Dios: 'Da a todo el que te pida y, al que tome lo tuyo, no se lo reclames' (Lc 6,30)".
Sobre la oración.
El abad del monasterio que Epifanio, el obispo de Chipre, tenía en Palestina, envió a decirle esto: "Gracias a tus oraciones, nosotros no hemos descuidado la Regla: hemos recitado cuidadosamente Tercia, Sexta, Nona y Vísperas". A lo que el obispo les reprendió respondiéndoles: "Ya veo que hay unas horas que habéis dejado de orar. El verdadero monje debe orar sin interrupción o al menos debe hacerlo desde su corazón".
Sobre el ayuno.
Dijo uno de los Padres: "Hay personas que comen mucho y se quedan con hambre, y se aguantan. Otros comen poco y se quedan saciados. El que come mucho y se queda con hambre y se domina, tiene mayor mérito que el que come poco y se sacia.
Antes de la limosna, hay una actitud en relación a los bienes. Las oraciones puntuales han de estar engastadas en una oración continua. La medida del ayuno, como la de cualquier penitencia, no es principalmente algo externo, pues la ascesis lo es de la persona concreta.

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