sábado, 14 de febrero de 2009

Isonomásticos, coañeros y coanuales

La vitalidad de una sociedad se puede ver en la capacidad que tiene para enriquecer e innovar la propia lengua desde la idiosincrasia de ésta. Cuando lo que domina es la copia, es señal de que la propia cultura, que está contenida en la lengua a presión de siglos, se encuentra o enferma o moribunda. Y las culturas no son sino el cultivo de la realidad desde una jerarquía de valores ordenada en función de un fin último.

El enriquecimiento viene cuando quedan descubiertos nuevos senos de la realidad; entonces la lengua necesita decir eso hasta entonces ignoto. Hay épocas en que las innovaciones tienen carácter técnico. En cambio otras abundan en neologismos filosóficos y teológicos; indicio de que se ha buceado en mayor profundidad.

Sería interesante observar qué es lo que necesitan las distintas épocas. No es lo mismo, igual que en literatura, que primen los adjetivos, los sustantivos o los verbos. Sospecho que los períodos de enriquecimiento en conjunciones o preposiciones tendrán necesidad de expresar mejor la articulación de la realidad y su dinamismo. Y qué decir del enriquecimiento o empobrecimiento de los tiempos verbales. Nosotros estamos asistiendo a la desaparición del subjuntivo; con él se esfumarán probablemente posibilidades de entender e imaginar.

La ausencia de una palabra nos dice que algo no ha sido visto o sentido como necesario. Tenemos un vocablo para hablar de quien ha perdido a su cónyuge o a quien ha perdido a los padres, pero no a quien ha perdido a un hijo. Soy viudo, soy huérfano, soy... Silencio; el dolor por quien lo habitual decía que moriría después se ve tal vez incrementado por no poder tener una palabra con que decirlo.

Ayer, hablando con un amigo, nos entretuvimos haciendo de neólogos. El nombre y la fecha de nacimiento es algo con lo que nos identificamos. Al que tiene el mismo nombre lo llamamos tocayo, pero ¿cómo llamar a quien cumple años el mismo día? Yo conozco a varios, son mis... coanuales. Y, si además nacieron también el mismo año, son mis coañeros. En los coanuales y coañeros, nos damos cuenta de una cosa, las estrellas no marcan nuestro destino.

¿Y a quien, además de ser tocayo, celebra el mismo santo? Porque hay muchos nombres que tienen muchos santos en el calendario. Los tales son mis isonomásticos. Y esto es algo hermoso, con ellos estoy bajo el amparo del mismo hermano que está en el cielo.

Como veis, hoy ha tocado un pequeño entretenimiento.

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