martes, 31 de marzo de 2009

VIII - Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén. Colosenses 1,24ss.2,3

Me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a sus santos. [...] Este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer (Col 1, 24ss.2,3).
"No lloréis por mí" (Lc 23,28). El sufrimiento tal y como aparece en el Nuevo Testamento es un sinsentido para el mundo. No es algo cuya existencia esté negada. Jesús siente dolor, sufre,... Pero ni siquiera la muerte tiene la última palabra. Por eso, el sufrimiento tiene una nueva significación para el creyente.

"Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos" (Mt 5,11s). S. Pablo se alegra de sufrir por los creyentes de Colosas, porque así vive conforme a Cristo, sufre por la Iglesia, y, en él que es un miembro del cuerpo del Señor, la Iglesia también se asemeja a Jesús en su pasión.

El apóstol ha recibido la tarea de anunciar el misterio de Dios, que es Cristo. No es una teoría ni una ideología ni unos conceptos ni unos ritos ni unas normas: es Alguien. Y S. Pablo lo anuncia no solamente con sus torpes palabras, sino con su propia persona, por limitada y pecadora que sea. Lo hace con todos los recursos, para que lleguen a la madurez de la fe en Cristo Jesús; pero no lo hace apoyado en sus propias fuerzas, sino en la fuerza poderosa del Resucitado (cf. Col 1,28). Jesús, al acercarse a aquellas mujeres, les está manifestando, en su pasión, el misterio de Dios que es Él mismo. Esa cruz que es fuerza y sabiduría de Dios.

"Llorad por vosotras y por vuestros hijos" (Lc 23,28). Si esto es lo que hace el mal sobre el justo, qué no hará sobre el pecador. Por eso, las lágrimas de compunción eran uno de los dones más pedidos por los antiguos monjes, porque lo único que verdaderamente mata al hombre es el pecado. Estas lágrimas están abiertas a la esperanza: "Dichosos los que lloran" (Mt 5, 5). Ellos serán consolados por Jesús.

Este consuelo es la dicha de poder caminar con Él, porque su perdón es devolvernos a la comunión con Dios, para que identificándonos con Él en la persecución, lo acompañemos también en la gloria: "Vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros" (Mt 5, 12).

lunes, 30 de marzo de 2009

Antífona de comunión C-DV.3 / Juan 12,24s


Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto (Jn 12,24s).
Una de las frases de Jesús en el evangelio queda realzada en el momento de la comunión. La Eucaristía es el memorial del misterio pascual, por tanto, al participar en la celebración, por la fe, estamos asistiendo precisamente a lo que nos dice el Señor en esta antífona: a su entrega, a su sacrificio redentor.

Cuando el ministro muestra la Hostia para comulgar, a cada uno de lo comulgantes, es esto lo que le está asegurando Jesús, cuyo Cuerpo está verdadera, real y sustancialmente presente en el pan consagrado. Y, al hacerlo, nos está invitando a beneficiarnos de esos frutos.

Y, precisamente por eso, cuando decimos amén, confesando nuestra fe en que es el cuerpo de Cristo, estamos diciendo que sí a uno de sus frutos y queriendo vivir conforme a él: poder morir con Cristo como un grano de trigo para, con Él, también dar un fruto abundante.

domingo, 29 de marzo de 2009

Conocer a Jesús. Juan 12,20-33

En este evangelio, unos judíos procedentes de la diáspora griega le dicen a Felipe que quieren ver a Jesús. Vienen de una cultura que pide sabiduría, conocimiento; vienen de la cuna de la filosofía.
Jesús en su respuesta nos sorprende. Cualquiera podría esperar, dada su bondad, que les dijera simplemente que sí. Pero en el evangelio de S. Juan es frecuente encontrar situaciones en las que parece que Jesús no responde a lo que se le pregunta.

En realidad, algo así debería de pasarnos en los demás evangelios. Si no nos sorprenden tanto, en este sentido, es porque nosotros ponemos las preguntas a las que aparentemente se adaptan sus palabras. Pero si dejáramos que fueran las preguntas que hay en nosotros, tal y como alcanzamos a formularlas y responderlas por nosotros, las que se dejaran contestar, nos encontraríamos con el mismo salto.

Si el evangelio no nos sorprende, si no nos saca de donde solemos estar, seguramente es que lo hemos domesticado, lo hemos metido en nuestras categorías. Por mucho que estemos en comunión con Dios, su palabra siempre nos lleva más allá de nosotros, bien por ruptura bien por incremento.

Jesús les contesta, pero les lleva más allá del nivel en que preguntan. ¿Qué es conocerlo? No es algo de lo que seamos capaces, no es una iniciativa nuestra, sino que es una atracción desde la cruz (v. 32) y es un don del cielo (v.30), que se recibe en la obediencia de la fe (cf. Hb 5,9). Pero no es conocer de cualquier manera.

Cuando decimos "yo sé lo que es el sufrimiento", este saber es muy distinto a saber el binomino de Newton. Se trata de conocer a Dios hecho hombre para ser grano de trigo que muere y cuyo fruto es que yo, cada uno de nosotros, quede perdonado y pueda participar en la vida divina. Es precisamente su obrar en mí, la experiencia de Él vivificándome, lo que me lo da a conocer (cf. Jr 31,34).

Es que Jesús no es inescindible de su amor, porque Él es Amor. Es verdad que Dios no necesita de mí para ser y que es al margen de la creación y la historia; no las necesita para ser en plenitud. Pero yo no puedo conocer al Hijo de Dios hecho hombre, a mi Salvador, sino en mi pequeña biografía personal, a través de su Amor obrando en mí. El más pequeño acto de fe es experiencia de su acción en mí, porque es un don suyo.

Pero conocer a Jesús es asimismo estar con Él en su servicio (v. 26). Es también ser grano de trigo con Él.

[Problema: ¿Cuántos granos tiene la espiga de la foto? Teniendo en cuenta que es de trigo seleccionado y de agricultura de nuestro tiempo, ¿cómo les sonaría a los agricultores del siglo primero de una tierra tan pobre como Galilea que Jesús les dijera, en la parábola del sembrador, que la semilla en tierra buena daría 30, 60 y hasta 100 por uno?]

sábado, 28 de marzo de 2009

VII - Jesús cae por segunda vez. 1Corintios 10,14-17.20s

Por eso, amigos míos, no tengáis que ver con la idolatría. Os hablo como a gente sensata, formaos vuestro juicio sobre lo que digo. El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. [...] Los gentiles ofrecen sus sacrificios a los demonios, no a Dios, y no quiero que os unáis a los demonios. No podéis beber de los dos cálices, del del Señor y del de los demonios. No podéis participar de las dos mesas, de la del Señor y de la de los demonios (1Cor 10, 14-17.20s).
Jesús venció al demonio para que podamos superar las tentaciones y para que podamos levantarnos, si es que caemos en ellas. Aunque todas las tentaciones y pecados se reducen a vivir desde nuestra soberbia, desde lo que nosotros consideramos y de espaldas a Dios, Jesús fue tentado y venció tres veces.

Hay veces que lo que nosotros con nuestras fuerzas podemos no es suficiente para realizar nuestros planes sin Dios. Entonces podemos ser tentados con utilizar otro poder para llevarlos a cabo, el poder del mal para hacer el mal. No se trata, en este caso, de hacer algo malo sirviéndonos de capacidades que podríamos usar para hacer el bien, sino de usar el mal para hacer el mal.

Entonces le escuchamos a Satanás decirnos: "Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo" (Lc 4,7). Vencer a la tentación es no salir de la comunión con el único Dios y, por tanto, de la de los hermanos, para no entrar en la servidumbre del mal, pues fuera de Dios no hay un lugar neutro. Levantarse de la caída es volver a la comunión con Dios y los hermanos: "Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo darás culto" (Dt 6,13). Él no es solamente el fin único, sino también la posibilidad de todas las posibilidades.

Y todo esto os lo digo como a gente sensata. No basta con escuchar un discurso. La vida de fe es algo muy práctico. Y las palabras de un entrenador deportivo no ganan los partidos. La técnica de cualquier disciplina hay que hacerla propia con la práctica. Y además, en un blog, apenas se pueden tocar algunas cosas. Es muy recomendable un entrenador personal, porque, para el combate singular, no es suficiente con los principios generales, pues hay que corregir también cuestiones muy personales.

viernes, 27 de marzo de 2009

VI - La Verónica enjuga el rostro de Jesús. 2Corintios 3,18.4,5s

Y nosotros todos, que llevamos la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente; así es como actúa el Señor, que es el Espíritu. [...] Nosotros no nos predicamos a nosotros mismos, predicamos que Cristo es Señor y nosotros siervos vuestros por Jesús. El Dios que dijo: Brille la luz del seno de la tiniebla, ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo (2Cor 3,18.4,5s).
Creados a imagen y semejanza de Dios, con el pecado la imagen quedó empañada. En el bautismo es como si Jesús hubiera enjugado su rostro en nuestros corazones para devolver su esplendor al icono de la divinidad (Verónica=verdadero icono) que somos cada uno de nosotros; esa es nuestra vocación.

El bautismo es una participación en el misterio Pascual del Señor y, en éste, en todos sus misterios. Así como la humanidad de Jesús manifestaba la gloria de su divinidad, el bautizado, por el don del Espíritu, refleja también la gloria de la divinidad. Se trata de una nueva creación, es un puro don del poder de Dios.

Si no fuera por esto, nuestras palabras sobre Jesús solamente serían palabras humanas que hablaran de nosotros. Si diéramos la espalda a ese don, nuestras palabras, nuestros gestos, nuestras obras, hablarían sólo de nosotros, por alquitarada que fuera nuestra teología, por refinada que fuera nuestra retórica.

Ciertamente algunos tienen el ministerio de la predicación y del anuncio, pero todos, cada uno según su carisma, ha de ser un anuncio continuo de Jesús. Todas nuestras tareas, por humildes que nos parezcan, todas nuestras palabras, por torpes que creamos que sean, son lugar para que brille la gloria de la divinidad.

Este don de la gloria está llamado a crecer, a que nuestra vida sea un creciente misterio de la Transfiguración, a que nos transformemos en su imagen con resplandor creciente. Por ello, la vida del cristiano es un camino de purificación, para que nuestro corazón sea pura transparencia para su luz.

jueves, 26 de marzo de 2009

V - El Cireneo carga con la Cruz. Gálatas 6,1ss.14

Hermanos, incluso si a alguno se le cogiera en algún desliz, vosotros, los hombres de espíritu, recuperad a ese tal con mucha suavidad; estando tú sobre aviso, no vayas a ser tentado también tú. Arrimad todos el hombro a las cargas de los otros, que con eso cumpliréis la Ley de Cristo. Por supuesto, si alguno se figura ser algo, cuando es nada, él mismo se engaña. [...] Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo (Gal 6,1ss.14).
Jesús carga sobre su cuerpo la Cruz. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo y tiene que cargar con la Cruz. Y cada uno de nosotros, como miembros de ese Cuerpo, tiene que hacerlo también.

Para S. Pablo, esto no es algo abstracto o genérico, sino muy concreto. La vida cristiana lo es en comunidad con otros discípulos. Los miembros del Cuerpo de Cristo no están simplemente unidos individualmente cada uno a la Cabeza, sino que lo están también entre sí; entre unos y otros hay -tendría que haber- relaciones recíprocas.

El Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, da perceptibilidad, en medio de nuestro mundo, del misterio pascual del Señor, de su Cruz y Resurrección. Este Cuerpo está lacerado por los pecados de sus miembros y mutuamente tenemos que llevar las cargas de los demás, no forzados como el Cireneo (cf. Mc 15,21), sino a imitación de Cristo Jesús. Así cumplimos su Ley: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros igual que yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros" (Jn 13,34s). Para Cristo, amar es cargar amorosamente con nuestros pecados.

Estar preocupados de la salud espiritual de los otros miembros del Cuerpo, cargar mutuamente con el pecado de los demás, para conducir al otro, con suavidad, a la salvación. Todo ello con humildad, sabiendo que todos somos pecadores y podemos caer.

Y, como S. Pablo, poniendo nuestra gloria en el Señor, para que así se manifieste a todos, en su Cuerpo, la gloria de su Resurrección. En su Cruz vivir crucificados; por ella, ser salvados, vivir la vida de los hijos de Dios. Y que sea en ella donde encuentre la muerte el mundo de valores configurado a espaldas de Dios.

Los hombres de nuestro tiempo, los de cada época, necesitan el anuncio de la Resurrección de Cristo. Por ello, necesitan que nosotros vivamos así, que sea perceptible para ellos, en la vida eclesial, el misterio pascual del Señor.

miércoles, 25 de marzo de 2009

IV - Jesús encuentra a su Madre. 1 Corintios 1, 27-31

Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por Él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención y así, como dice la Escritura, el que se gloríe que se gloríe en el Señor (1Cor 1,27-31).
Camino del Calvario, con los ojos del mundo, Jesús es lo más bajo, lo despreciable, aquello con lo que no se cuenta para realizar los planes mundanos. Dios, por medio de su Hijo, ha elegido lo necio y lo débil para llevar a cabo su designio de salvación. Ese camino del Calvario es el camino de la muerte de la soberbia y de la divinización de los hombres.

Cuando Jesús encuentra a María, ¿qué le muestra? En realidad, más de lo que puede ver el mundo, porque Dios no ha escogido solamente lo despreciable para el mundo, sino que ha elegido lo más contrario a Dios. Cargar con la cruz es más que portar los valores opuestos al mundo, como el fracaso, el dolor o la marginación. Es cargar con el pecado de todos.

La consecuencia del pecado es la mayor contradicción interna a la que el hombre puede llegar, es negarse a uno mismo. Pecar es negar lo más íntimo a mí mismo, es negar a Dios; pecar es rechazar lo que me da el ser; pecar es renunciar al fin auténtico de mi existencia. Y este enorme desgarro lo ha asumido Jesús, Dios y hombre verdadero. Si es grande la herida en quien no es por naturaleza Dios, ¿cómo será en quien sí lo es, en quien la unión de humanidad y divinidad se dan en una sola persona?

Desde esta verdad Jesús sale al encuentro de su madre. Y éste es una nueva elección. Dios vuelve a mirar la humillación de su esclava; ella es también necedad y debilidad para el mundo. Ella no puede llevar la cruz como la lleva su Hijo, pero Él la elige para estar junto a ella (cf. Jn 19,26), Él la elige para que su corazón esté también traspasado por el dolor del pecado, de haber el hombre negado a Dios (cf. Lc 2,35).

Y en la Cruz es donde está la Resurrección, en ella se gloría María. En Cristo es donde somos y en su Cruz ha de gloriarse el discípulo.

martes, 24 de marzo de 2009

III - Jesús cae por primera vez. 1Timoteo 3,15-17

Desde niño conoces la Sagrada Escritura: Ella puede darte sabiduría que por la fe en Cristo Jesús conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir para educar en la virtud: así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena (1 Tim 3,15ss).
Jesús no solamente venció en el desierto nuestras tentaciones y nos hace partícipes de su victoria para nosotros poder vencer las nuestras. Al cargar con la cruz, con las consecuencias de nuestros pecados, y vencer su peso, también se levantó de todas nuestras caídas y nos ofrece el perdón de ellas para podernos poner en pie.

En la primera tentación (Mt 4,3s; Lc 4,3s), como en todas, Jesús es tentado con satisfacer su deseo, en ese caso el hambre física, y no la voluntad de Dios. Todas nuestras caídas tienen también esto en común; el pecado es prescindir de vivir desde Dios para hacerlo desde mí mismo nada más.

Pero cómo llevar a cabo mis planes. En esta tentación, Satanás le dice a Jesús, lo mismo que nos dice a nosotros muchas veces, que nos sirvamos de lo que nosotros podemos, de nuestras capacidades. Unas veces son así nuestras caídas, hacer nuestros planes con nuestras posibilidades.

"No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Dt 8,3). Vencer este tipo de tentaciones es alimentarse de la voluntad divina, es tenerle a Dios como fin de la propia existencia, es tener como vocación de vida la que Él quiera para mí. Pero es Él también quien me da el poder para realizar su voluntad, que es mi vida auténtica.

Esa Palabra que con sólo pronunciarla crea todo de la nada, calma la tempestad, cura a los enfermos, resucita a los muertos, es la Palabra que me recrea, me hace criatura nueva y me capacita para poder levantarme. Y así poder vivir conforme a la voluntad divina, solamente realizable si me apoyo en el poder de Dios.

Por ello, el verdadero discípulo es un amante de las Sagradas Escrituras: "Su gozo es la Ley del Señor y medita su Ley día y noche" (Sal 1,2).

lunes, 23 de marzo de 2009

Antífona de comunión C-DIV.3 / Salmo 122 (121),3s

Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, a celebrar tu nombre, Señor (Sal 122,3s).
El salmista ha recibido la noticia de que van a emprender una peregrinación a la Casa de Dios en Jerusalén y comienza el Salmo manifestando su alegría por ello. Cuando está ya en las proximidades de la ciudad canta a ella. Allí hay cosas magníficas, pero lo que la hace de verdad diferente es que en ella está el templo en el que se encuentra la presencia de Dios.

En el momento de la comunión, el verdadero discípulo, peregrino en esta tierra hacia el Cielo con sus hermanos del nuevo Israel, sabe que al comulgar está pregustando los bienes futuros, está en los umbrales de la Jerusalén celeste, cuyo fundamento no es de piedra y que no está hecha con manos de hombres:
Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. (...) La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los Apóstoles del Cordero (Ap 21,11s.14).
En ella no está el trono de David, sino el de Dios y el Cordero (Ap 22,1.3). En ella, no hay un templo como el que edificó Salomón, "porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero" (Ap 21,22s).

Y, lleno de alegría porque escucha la invitación a las bodas del Cordero (cf. Ap 19,9), celebra y bendice el nombre del Señor por lo que ha hecho por él y todos los hombres.

domingo, 22 de marzo de 2009

¿Dios ama nuestra libertad? Juan 3,14-21

¿Cuál es el peso de la libertad? La idea que se tiene de ella en nuestra cultura suele oscilar entre la "omnipotencia" y la arbitrariedad. Dicho con otras palabras, unas veces parece que libre sería solamente el que tuviera ante sí siempre un número infinito de posibilidades a elegir y pudiera escoger cualquiera de ellas; más libre sería el que tuviera más opciones en cada momento. En otras ocasiones, la cuestión no se centra en el número de posibilidades, sino en la capacidad de determinar qué sea lo bueno y qué lo malo.

Sin embargo, todo sería efímero, pasajero. En realidad, la libertad no valdría nada. En cualquier caso todo quedaría en la indefinición. Si verdadera libertad es tener infinitas posibilidades en cualquier momento, el verdaderamente libre siempre estaría decidiendo lo mismo en cada instante. Y si libre es el que decide qué es o no lo bueno, la decisión también sería liviana, no valdría nada, pues lo bueno podría tornarse malo al momento siguiente y viceversa.

Pero es que la futilidad viene agravada por la irrealidad de todo esto. Irrealidad en doble dirección. Es una fantasía compensatoria de alguien que quiere ser un diosecillo y, al no poder auto-divinizarse, inventa dos sucedáneos de la verdadera divinidad. Pero irreal también porque, si Dios no existe, daría igual todo, acabaría deglutido por la nada. Y si hay Dios y no hay juicio, si todos acabamos de todas formas en el cielo, mi libertad sería ficticia, no habría decidido nada, y mi vida, una burla macabra; Dios acabaría decidiendo por mí sin contar conmigo.

Desde luego, lo que le dice Jesús a Nicodemo en el evangelio de hoy (Jn 3,14-21) es totalmente contra cultural. La libertad no es poder elegir cualquier cosa, sino que se sitúa en poder elegir el bien y, más concretamente, la vida eterna. Lo cual no es poder elegir una vida de tiempo interminable, sino la vida divina, que es el único fin para el que hemos sido creados. Es decir, que tampoco es poder decidir qué es o no el bien.

¿Y no es esto irreal? ¿Cómo va a poder lo menos abarcar lo más? "Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna" (Jn 3,14s). Dios, por medio de Cristo, nos capacita, por puro don, para lo más.

¿Y qué peso tiene mi libertad por mucho que Dios me capacite para elegirle a Él? "El que cree en Él, no será condenado; el que no cree ya está condenado" (Jn 3,18). Esto nos da un poco de vértigo tal vez, pero si lo que yo decido -y lo que hago siempre en cada opción tomada es decidirme a mí mismo- no tiene definitividad, la libertad es una filfa. Si lo que he hecho de mí a lo largo de mi vida no es definitivo, no hay propiamente libertad o será una libertad de usar y tirar. Pero detrás de ella, quien iría al cubo de la basura sería yo.

sábado, 21 de marzo de 2009

II - Jesús carga con la Cruz. Filipenses 2,5-8

Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no se se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó, obedeciendo hasta la muerte, y una muerte de cruz (Flp 2,5-8).
Jesús ha sido condenado a muerte. Para eso había venido. El Hijo de Dios no se hizo hombre en abstracto, porque solamente se es hombre de manera concreta, nunca se es hombre al margen de la circunstancia. Y, en ella, el hombre lo es para algo. Jesús a nada de eso hizo excepción.

Y, en este mundo marcado por el pecado, no se desentendió de las consecuencias de él La condena a muerte no era algo extraño para Él. Porque el salario del pecado es la muerte (cf. Rm 6,23) y Jesús no solamente vivió en una historia hecha por los hombres de espaldas a Dios, sino que, para cambiar su sentido y liberar al hombre de su esclavitud, asumió sus consecuencias.

Siendo absolutamente libre, se hizo esclavo, en obediencia total, y a lo que se aferró fue al salario que quiso para sí, el salario que me correspondía a mí, la cruz, la pena de muerte para los esclavos y maldición (cf. Dt 21,22s).

Y S. Pablo nos dice que entre nosotros -se refiere en primer lugar al vosotros que forma la comunidad de Filipos- deben reinar los mismos sentimientos que tuvo quien cargó sobre sí la cruz de cada uno de nosotros, porque el no merecía la muerte, Él nunca pecó. En la última cena nos dijo a los discípulos que nos amáramos recíprocamente como Él nos ha amado (Jn 13,34). Los demás nos reconocerán como discípulos si tenemos entre nosotros un amor mutuo consistente en cargar con el pecado del hermano.

¿Y, al enemigo, con quien no puede haber reciprocidad? Cristo murió para reconciliarnos con Dios. No tuvo que esperar a que fuéramos sus amigos, a que pudiera haber reciprocidad; se entregó por mí cuando aún era su enemigo (cf. Rm 5,10).

[¿Qué te parece esto?]

viernes, 20 de marzo de 2009

I - Jesús condenado a muerte. Romanos 8,1-4

[Vamos a empezar hoy un Via Crucis, que será paulino por razones que este año no se os escapan. Para las citas, casi siempre seguiré las sugeridas por José Aldazábal. La traducción de la Biblia será la que oímos en la liturgia.]
Ahora no pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús pues por la unión con Cristo Jesús, la Ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Lo que no pudo hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, lo ha hecho Dios. envió a su Hijo encarnado en una carne pecadora como la nuestra, haciéndolo víctima por el pecado, y en su carne, condenó el pecado. Así, la justicia que proponía la Ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos dirigidos por la carne, sino por el Espíritu (Rm 8,1-4).

Rezar el Via Crucis unidos a Cristo Jesús es rezarlo lejos de la condenación y contemplando la fuente de esa liberación. El pecado de Adán y todos los pecados que han venido tras él son negación de Cristo. Pilato no fue el único que condenó a Jesús a muerte, todos los pecadores lo hemos condenado. Pero su condena a muerte es solamente lo más aparente que ocurrió.

En su condena Jesús condenó al pecado y nos liberó de su poder esclavizador. Lejos del Paraíso, lejos de la comunión con Dios, el hombre queda apoyado solamente en sus fuerzas, en su carne. Y nuestras meras capacidades como criaturas son impotentes para realizar el destino para el que hemos sido creados. Sin el poder de Dios, somo incapaces para realizar la divinización.

El hombre sin Dios se encuentra con la paradoja de que su única felicidad, el único sentido de su vida, la única plenitud y realización de sí mismo, es irrealizable; en la debilidad de su carne, de su ser creatural, es incapaz de alcanzar lo que debe ser y vive, sin poder salir de esta dinámica, en la muerte de la más radical contradicción: no poder ser lo que debe ser.

La única posibilidad de salir de ese mortal círculo es que Dios lo rompa. Pero esto tampoco depende de nosotros. Por puro amor, Dios envió a su Hijo. Su encarnación es un envío del Padre. Jesús se ha hecho hombre, su carne es débil como la nuestra, pero su obediencia será la más perfecta porque será la de un hombre en la más perfecta comunión con Dios. Su humanidad está en la persona del Hijo unida a la divinidad: Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre.

El realizó, como víctima, lo que sin el poder del Espíritu nosotros no somos capaces de hacer: la oblación de sí mismo como culto agradable al Padre. Esta ofrenda de sí a Dios es para nosotros nuestra salvación. Unidos a Él, estamos unidos a su Espíritu y ya no estamos en la dinámica de la muerte, hemos salido del círculo cerrado infernal. Lo que debíamos ser y no podíamos, ahora es posible por el poder del Espíritu. Unidos a Él es posible la obediencia al Padre y la comunión con toda la Trinidad.

jueves, 19 de marzo de 2009

miércoles, 18 de marzo de 2009

Dando la cara


Un millar de intelectuales y científicos ha tomado posición ante los planes de facilitación del aborto. Aunque lo que han dicho sería de aplicación a más asuntos: la experimentación con embriones, la manufactura de seres humanos o reproducción artificial, los bebes medicamento [compárese esto con esto], etc.

¿Qué es un hombre? Esta pregunta no está resuelta en el sistema legal español. Es decir, suponemos quién es el sujeto de los derechos, pero en modo alguno está definido. La base científica para salir de esta situación es la que dan los firmantes. La de los proyectos varios de la cultura de la muerte ofrece la racional definición de un plazo. ¿Será que el hombre solamente es definible por un criterio externo de calendario?

Sin embargo, cuando hace unos días Obama daba el pistoletazo de salida a la manipulación de embriones humanos, es decir, hombres pequeñitos, el diario El País titulaba así la noticia: "Obama proclama el fin de las trabas ideológicas a la ciencia". ¿A la ciencia? Efectivamente, los científicos firmantes casi no lo son, casi no tienen que ver nada con la ciencia. Para el mismo diario son más bien conservadores.

Pero la ciencia no es una planta que tenga vida por sí misma. Es algo en manos de los hombres. La bondad y la maldad morales son lo que hacen los hombre, unas veces con la ciencia, otras con un martillo, etc. Hay algo claro tras esta firma, hay científicos e intelectuales de gran nivel en España que con su actuación nos dicen que la ciencia no es abortista, los que son abortistas son algunos científicos; que hay ciudadanos responsables, algunos son científicos de gran nivel, y otros no, se quedan callados ante los problemas.

Pero para ser responsable no hace falta ser ni científico ni tener gran preparación técnica. Para ser responsable hace falta lo mismo que para hacer ciencia desde la conciencia moral, simplemente ser un hombre. Los científicos nos pueden dar algunos criterios, desde su saber, para discernir qué sea o no un ser humano. Pero con su actuación nos han dicho que ser hombre, todo un hombre, es algo que desborda, que va más allá de lo que su ciencia puede alcanzar.

martes, 17 de marzo de 2009

Pequeño, pero poder

La gente suele decir que le da igual lo que los demás hagan o en qué gasten su dinero. Esto sobre todo se dice en relación a personas públicas.

A mí no. Yo defiendo la libertad, pero el contenido que se dé a ésta no me es indiferente. Hay quienes en materia sexual, por ejemplo, lo tienen claro, pero con el dinero no tanto, siempre que no se emplee en cosas abiertamente malas.

La crisis económica tal vez nos debiera valer, al menos, para darnos cuenta de la importancia moral que tiene el uso del dinero. El bien no está en evitar solamente el mal, también está en hacer el bien y cuanto más mejor.

Todos tenemos a nuestra disposición una cantidad de dinero, según sean los casos, será mayor o menor. Y la libertad nos da la posibilidad, según el uso que hagamos de él, de influir en la economía, por tanto, en la vida de los demás. Tenemos poder para guiar la economía con nuestras decisiones.

Es claro que hay un deber de caridad para con los necesitados, de ayudarlos directamente con lo que nos sobra y a veces también con lo necesario. Este es el marco en el que se ha solido entender la limosna.

Pero con nuestras decisiones de consumo y de ahorro, de despilfarro o austeridad decidimos en el mercado y en la organización de la producción; hasta en la concepción que socialmente se tenga del hombre. Gastando la misma cantidad puedo contribuir más o menos a que la economía tome una orientación o a que, por ejemplo, se valore más el ser que el tener. Y creo que el sentido de la limosna debería de entenderse de una forma más amplia, incluyendo este aspecto. Porque estas decisiones revierten en todos, pero especialmente en los pobres.

¿Y qué decidir? Si me dejo llevar por el culto al cuerpo, tan en boga en los anuncios, y compro en función de esto, evidentemente estaré orientando la economía en una dirección. ¿Qué quiero decir con este ejemplo tan simplón? Que la economía, que la función social de los bienes, no puede estar separada de la espiritualidad.

Cuanto más puramente mi intención esté dirigida al único fin para el que he sido creado, mis decisiones económicas estarán más cerca de hacer uso de mis bienes en la medida que me sirvan para ese fin y más estaré contribuyendo a orientar la economía en ese sentido. Por tanto, a que la sociedad esté más organizada conforme a la voluntad de Dios.

El buen uso del dinero no es sólo una cuestión racional. Como cada uno de nosotros no es un conjunto de departamentos estanco, lo del dinero está muy relacionado con la oración y el ayuno. Poco poder económico tenemos, pero eso poco tendría que ser un ejercicio de amor a Dios y al prójimo.

lunes, 16 de marzo de 2009

Antífona de Comunión C-DIII.2 / Salmo 84 (83),4s


Hasta el gorrión ha encontrado una casa, y la golondrina un nido, donde colocar sus polluelos; tus altares Señor de los ejércitos, Rey y Dios mío. Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre (Sal 84,4s).
Después de haber escuchado ayer Jn 2,13-25, en el momento de emprender la "peregrinación" para ir a comulgar, se escucha la voz de un peregrino. La primera parte del salmo, del que esta tomada esta antífona para la comunión, recoge el anhelo de un peregrino israelita, cuando comienza su camino hacia Jerusalén, deseoso de estar en la Casa del Señor.

Le viene el recuerdo de otras fiestas vividas en el Templo del Señor. En las cornisas y demás recovecos de la espléndida arquitectura, las aves tienen un lugar permanente donde morar. El quisiera estar siempre allí como esos pájaros, pero no como ellos. El anhelo de estar allí es porque es el lugar por excelencia de la presencia de Dios, estar siempre con el Señor es su deseo. Pero estar siempre alabando a Dios. Ésta es la dicha del hombre, pues para eso ha sido creado.

El Israelita tenía que trasladarse físicamente hacia un templo construido con piedras. El que va a comulgar sabe que hacerlo es comulgar con quienes entran a formar parte del templo de Dios (cf. Ef 2,20ss). No es ya vivir en un nido sobre una de las piedras, sino ser una de las piedras que entran en la construcción de ese templo.

Pero el creyente sabe además que él mismo es templo de Dios (1Cor 3,16). Habitar en la Casa de Dios es vivir en la verdad de uno mismo, es vivir en la auténtica vocación, ser morada de Dios. Tras la comunión, se hará presente, en ese templo, de modo especial el Señor.

Pero la comunión es también pregustación de las realidades futuras. Y con la comunión vivimos anticipadamente la vida en el templo celeste, que es Dios mismo (cf. Ap 21,22), y se despierta el anhelo, del peregrino hacia el cielo, de llegar a él.

domingo, 15 de marzo de 2009

La purificación de los templos. Juan 2,13-25

El templo era el lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo, del encuentro con Él y del culto. Jesús es el verdadero templo. No solamente está en Él presente Dios, sino que es el verdadero y único Dios. No solamente se encuentran en Él el hombre y Dios, sino que sus dos naturalezas, la humana y la divina, están unidas hipostáticamente. Y, en Él, tiene lugar el culto agradable a Dios, pues es el sumo y eterno Sacerdote, la Víctima pura y el Altar sobre el que se sella la Nueva y Eterna Alianza. Pero la oblación que hace de sí mismo es además el sacrificio salvador de los hombres.

En el pasaje de este domingo, Jesús ciertamente purifica el templo de Jerusalén; el culto al único Dios aparece profanado por el culto al dinero. Pero este misterio del Señor apunta a una realidad más profunda. El hombre fue creado para ser templo de Dios, para que en él inhabitara la divinidad y para que su vida fuera una continua liturgia de alabanza a Dios.

Mas Jesús no solamente se encuentra con el templo de piedras profanado, se encuentra también con que los templos que somos los hombres están profanados por el pecado. Los hombres no rendimos culto al único Dios, tenemos puesto nuestro corazón en otras cosas y, por nosotros mismos, no podemos purificarnos de nuestras idolatrías, de servir a lo que no es Dios.

"¿Qué signos nos muestras para obrar así?". Jesús es el único que puede expulsar de nuestro interior la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza; es el único que puede hacer que el único Dios sea nuestro único Dios. Y esto es posible gracias al único y eterno sacrificio que ha llevado a cabo en el Templo que es Él mismo y al que nos invita a tomar parte. Gracias a Él podemos retomar nuestra verdadera vocación, ser adoradores del Padre en Espíritu y Verdad (Jn 4,5-42).

sábado, 14 de marzo de 2009

El Mesías de Händel XL



Estábamos glosando Lc 2,9s.13. Cuando conocemos las cosas con nuestra inteligencia, éstas se nos dan en un ámbito, el de la realidad. Éste es el horizonte en el que nos movemos. Pero lo que conocemos y el ámbito en que las conocemos no se nos dan por separado. No conocemos nada al margen de ese horizonte ni tenemos a éste al margen de las cosas que en él se nos dan.

En ese horizonte, en ese ámbito cabría el universo entero. Por muchas miles de galaxias que hubiera, todas podrían ser abarcadas por él. Y, sin embargo, con él no abarcamos a Dios, porque Él lo trasciende todo, es pura santidad.

Cuando Dios nos da noticia de su acontecer en la Historia, a la par, nos dilata el ámbito de conocimiento, nos lleva más allá de nosotros mismos. Ya no estamos en la mera realidad, sino en el misterio. Por ello, me resulta sumamente desacertado hablar de salto tratándose de la fe. No hay que ir a un lugar fuera de nosotros, se nos pone en el misterio a la par que se nos comunica aquello a lo que debemos dar nuestro asentimiento. En la negación, sí que hay un salto, una retracción, un salirse del misterio.

¿Cómo voy a ir de lo que alcanza mi entendimiento a lo que está más allá de él? ¿Cómo voy a entenderla como palabra de Dios y no como mera palabra humana, si no se me pone ahí? ¿Cómo voy a afirmar como palabra divina lo que solamente he entendido como palabra humana? El primer paso nunca es del hombre. Porque se me ha dilatado el ámbito de mi entendimiento puedo escuchar la Palabra como lo que es en verdad, como palabra de Dios y no simplemente como humana; solamente, si se me ha puesto en escucharla como tal, podré asentir a ella como palabra divina.

Los pastores están envueltos en la gloria divina, están en su misterio y en él se les apare el ángel y en él lo escuchan. Y el hombre ante esta novedad absoluta se estremece, queda sobrecogido: "comienzo de la sabiduría es el temor del Señor" (Prov 9,10).

viernes, 13 de marzo de 2009

El Mesías de Händel XXXIX

[<-El Mesías de Händel I-]

Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. [...] De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejercito celestial, que alababa a Dios (Lc 2,10s.13).
Esto es lo que continúa cantando la soprano. Algo extraordinario, lo verdaderamente nuevo ha tenido lugar, pero los pastores no lo saben, no lo pueden saber. Nosotros los hombres tampoco; la novedad absoluta de Dios en la historia no podemos descubrirla con nuestro entendimiento.

Estos versículos están llenos de donación, del regalo de la notificación de lo que no podemos alcanzar. Es el ángel del Señor el que se les presenta, los ángeles son quienes se les aparecen y lo hacen de pronto.

No es posible que desde nosotros busquemos la verdad del acontecer de Dios. Por más que lo hiciéramos no la encontraríamos. Es el quien tiene que notificarla; en este caso, por medio de los ángeles. Es Él el que hace presente, en nuestro horizonte, su absoluta novedad. Noticia radicalmente nueva porque no nace dentro de él, radicalmente nueva porque por más que se dilate no la llega a abarcar.

Y es una notificación que tiene lugar de pronto. Acostumbrados a producir y fabricar, acabamos creyendo que todo puede estar en nuestras manos. Pero Dios nunca es un efecto nuestro. Hasta el ponernos a buscarle no nace sin más de nosotros; si lo hacemos, es porque el nos mueve a ellos. Y la noticia de Él es un "de pronto". Por más que me disponga, nunca podré causar el que se me muestre, el que me hable, el que se me de. La Verdad del Amor es un puro don.

jueves, 12 de marzo de 2009

El Mesías de Händel XXXVIII

[<-El Mesías de Händel I-]

Con el último versículo de Isaías, el libretista de Händel nos ponía en los umbrales del NT. Como atrio para entrar en él, escuchamos una pifa, tras la cual la soprano cantará.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turnos el ganado (Lc 2,8).
Y allí es donde nos encontramos todos: en aquella región. Es decir, en la misma en la que el evangelista ha narrado el nacimiento de Jesús. El Hijo de Dios se ha hecho hombre; solemos decir que ha venido a nuestra tierra, pero nuestro mundo, aunque siempre fue suyo por ser su Creador, ahora queda definido, de modo nuevo, por Él. Nuestra tierra, donde vivimos, podemos decirla desde muchos puntos de vista, pero el verdadero discípulo, por encima de cualquier otra circunstancia, sabe que vive en aquella región, donde nació su Salvador.

Y, como ya nos había anunciado Isaías, el acontecimiento tiene lugar en medio de la noche. Allí es donde al hombre le sale al encuentro la gloria de Dios. Y el hombre en la oscuridad de la lejanía de Dios se encarga de guardar un ganado. Y lo tiene que hacer por turnos porque, fuera del Paraíso, el hombre pecador se fatiga y su labor está fragmentada, ha perdido la unida. Y trabaja cuidando de lo ajeno (cf. Lc 15,15). Pero esto no le sacia.

Por ello, el alma, en su desamparo, en lo más profundo de sí, aunque esto lo acallemos en el plano consciente con mil ruidos, tiene el mismo clamor de la esposa del Cantar de los cantares, porque lo único que la puede saciar es la divinidad:
Indícame, amor de mi alma, dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas a sestear a mediodía, para que no ande yo como errante tras los rebaños de tus compañeros (Cant 1,7).
Sí, anhelo de estar con el buen Pastor, al mediodía, en la plenitud del Sol que nace de lo alto, con su rebaño, y no sin rumbo, detrás de los asuntos de los hombres, de quienes por su Encarnación, el Hijo del Padre se ha hecho compañero.

Y S. Gregorio de Nisa, comentando este paso del Cantar de los Cantares, dice:
¿Dónde apacientas, pastor bueno, que llevas sobre tus hombros todo el rebaño? Toda la naturaleza humana es una oveja que has llevado sobre tus hombros. Dime dónde descansas, cónduceme a buenos pastos con que yo me alimente, llámame por mi nombre para que yo, tu oveja, oiga tu voz y por tu voz me venga la vida eterna.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Las firmas de Europa Laica y IV

La petición de la asociación "Europa laica", nos ha dado pie para comentar algunos puntos decisivos sobre la presencia de la Iglesia y el cristiano en nuestra sociedad. Vamos hoy con el último, aunque en realidad es también parte del anterior. Efectivamente, no solamente pedían la derogación de los acuerdos con la Santa Sede, sino también el fin de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980. El último punto era únicamente demandar una ley para regular la libertad de conciencia.

Es significativo que se pidan juntas esas derogaciones en vez de solicitar que se cambie la actual ley por otra. La lectura de la vigente fácilmente hace ver que muy costosamente se puede mejorar. En ella, la libertad religiosa está tan ampliamente recogida que es uno de los textos legales del mundo en los que mejor está protegido este derecho. Incluso está prevista la posibilidad de apostatar, pese a lo cual, algunos piden el reconocimiento de ese derecho.

Pero los peticionarios de "Europa laica" solicitaban su derogación y la aprobación de una ley no de libertad religiosa, sino de libertad de conciencia. ¿Por qué será?

Reiteradamente se oye decir que la religión es una cuestión de conciencia, como no puede ser de otra manera. Pero las metonimias, cuando no se usan como figuras retóricas, sino como descripciones de la realidad, son una mutilación. La religiosidad humana y el derecho correspondiente, garantizado por la Constitución, es una cuestión de conciencia, pero no es algo en lo que intervenga solamente ésta.

La religiosidad es algo que abarca a toda la persona. Ciertamente a algunos les gustaría que fuera solamente un tema de conciencia para que pudiera quedar recluida en el ámbito privado. Pero la religión es algo personal y, por ello, algo que engloba a toda la persona, por consiguiente, todos los aspectos y facetas de ella. La religiosidad del hombre se hace patente en lo privado y en lo público, en la familia y en la sociedad, en el templo y en el foro público, en el culto y en la política.

El problema de la actual ley probablemente esté para algunos en lo ampliamente que está reconocida la libertad religiosa. Una ley que regule la libertad de conciencia afectará, sin duda, a la libertad religiosa, pero no la podrá abarcar totalmente porque la religiosidad va más allá de la mera conciencia, es personal.

Es más, la libertad religiosa, precisamente porque es personal, tiene una dimensión social. Al hablar de la libertad religiosa no solamente hablamos de los derechos de las personas, sino que este derecho tiene que ver también con la existencia y vida de las confesiones religiosas.

Regular la libertad de conciencia está bien, pero ni es incompatible con la libertad religiosa ni es suficiente para ésta. Y ahora una pregunta para pensar y debatir. Tiene que ver mucho, por ejemplo, con lo de EpC. ¿Se puede regular la objeción de conciencia? ¿No sería algo contradictorio? ¿Se podrían objetar motivos de conciencia contra una ley que regulara la objeción de conciencia? ¿Qué hay por encima de la propia conciencia?

martes, 10 de marzo de 2009

Las firmas de Europa Laica III


Continuamos comentando las peticiones de "Europa Laica". En la siguiente, pedían la derogación de los acuerdos con la Santa Sede.

Una de las diferencias, en la actualidad, de la Iglesia católica con las demás confesiones religiosas es que cuenta con un pequeño Estado. Éste, con las prerrogativas propias, proporciona, entre otras cosas, una protección de derecho internacional a la libertad e independencia del Papa.

La existencia de este Estado es lo que posibilita que, frente a las otras religiones, aunque la católica no tenga más derechos que las otras en España, sin embargo sí tengan éstos una mayor protección, pues están amparados por un tratado internacional.

Todo esto es legal, constitucional, moral, etc. Pero creo que ésta no es la cuestión, sino si aquí y ahora es esto lo mejor. Cualquier jurista, desde el punto de vista legal, diría que sí, pues es la situación en que los propios intereses están más protegidos. Ahora bien, siendo importante el derecho, no creo que sea lo más decisivo.

Si no hubiera un Acuerdo internacional, ¿qué pasaría? Sencillamente que los intereses de la Iglesia Católica tendrían en España el mismo nivel de protección legal que las demás confesiones religiosas. Además la responsabilidad de su defensa, frente a posibles abusos del poder estatal, caería directamente sobre los ciudadanos católicos.

Esto en España sí podría ser un problema, porque estamos tan acostumbrados a vivir protegidos que nos costaría el tener que tomar la iniciativa. Aunque probablemente la única manera de hacerse responsable es ir asumiendo responsabilidades. Probablemente fuera de un caparazón, en medio de las inclemencias, la vida sea un poco más dura.

Pero posiblemente también sea más plena. La vida y suerte de la Iglesia se sentiría como más propia y sería ocasión para apoyarnos más en la Providencia divina, siempre más segura que el derecho internacional. Creo que esto, en otros casos -aborto, EpC, etc.-, ha sido positivo, pues ha fortalecido y despertado a muchos.

Además esto despejaría muchas de las coartadas para acusar a la Iglesia de privilegio. ¿Por qué tienen que tomar otros la iniciativa y no nosotros mismos? Seguramente esté equivocado, pero creo que Jonás, cuando llegó a predicar a Nínive, llevaba sólo lo puesto.

Continuaremos otro día.

lunes, 9 de marzo de 2009

Antífona de Comunión C-DII / Mateo 17,5


En el clima de la Transfiguración en que se celebra el segundo domingo de cuaresma, cuando los fieles se disponen a acercarse a comulgar, se oye, como antífona de comunión, la voz del cielo que escucharon Pedro, Santiago y Juan.

Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo (Mt 17,5).

En el momento de comulgar, el ministro muestra el pan consagrado y dice: "El cuerpo de Cristo". Entonce, quien va a recibirlo, hace confesión de su fe y dice: "Amén". La antífona de hoy explicita algo de lo que está implícito en estas palabras del ministro de la comunión.

Es el Hijo, el amado y el predilecto del Padre. Pero además, en las palabras de la antífona resuenan, a su vez, las de Is 42,1; Sal 2,7 y Dt 18,15. Éste es el Siervo de Yhwh, el Rey y el profeta futuro al que hay que escuchar.

Y cuando vamos a comulgar nos dice el Padre que lo escuchemos. Es el Logos eterno, la Palabra, el Verbo. Comer su carne se tiene que convertir en un acto de escucha, de contemplación. Y escuchar la Palabra tiene que ser alimento. La liturgia de la Palabra remite a la Eucarística y viceversa. La celebración es una unidad.

domingo, 8 de marzo de 2009

Callar para hablar. Marcos 9,1-9

Los discípulos, por lo que nos cuenta Mc 9,1-9, debieron de entender poco del misterio de la Transfiguración; con el Espíritu Santo, tras la resurrección, sabrían y podrían contar.


Jesús les dice que no cuenten nada hasta la plenitud de la Pascua. Esto nos suele extrañar, no poca gente saldría a pregonarlo; algunos hasta irían a la televisión. Pero los encuentros con Dios son paradójicos. Tienen un componente de envío a anunciar y otro de pudor a callar, a velar el misterio, la intimidad vivida con Él. A veces es necesaria la espera, no es el momento; bien porque no es el tiempo del oyente bien porque el pregonero tiene que madurar.

Los apóstoles deben esperar. Aún no comprenden, no tienen el Espíritu Santo, y tampoco lo han visto todo, al Jesús entero. Han visto la humanidad y ahora se les ha mostrado la gloria de la divinidad. Han oído ya el anuncio de su pasión, pero tienen que ser testigos de la muerte y resurrección.

Para tener palabras sobre Jesús necesitan verlo entero a redrotiempo desde la plenitud del Espíritu y que no tengan solamente su voz para contarlo, sino también la fuerza divina para poderlo llevar a cabo. Poco contamos, si sólo decimos lo que nuestros ojos han podido ver y nuestra memoria recordar; poco anunciamos, si hablamos únicamente con nuestra voz. A veces hay que callar para poder hablar.

sábado, 7 de marzo de 2009

Las firmas de Europa Laica II

Dejábamos la glosa a esa noticia en su primer punto. Pero los firmantes continuaban y, en su segundo punto, para la efectiva separación entre Estado y confesiones religiosas, pedían "la exclusión de la enseñanza de la religión confesional en la escuela".

Lo cual resulta un tanto contradictorio con su propósito, suponiendo que de lo que se trate es de que cada quien tenga autonomía en lo propio. En esta petición, lo que se está pidiendo, en realidad, es la intromisión del Estado. ¿Pero dónde?

Ciertamente no en la esfera de la Iglesia o de cualquier otra confesión religiosa. Aparentemente -aquí está la celada- aparece como algo entre el Estado y las religiones, pero el derecho a educar a los niños no es ni de las confesiones religiosas ni del Estado, sino de los padres.

La petición se convierte, por ello, en una retorsión de la realidad y en una invasión en los derechos de los padres. Tal vez lo que había que promover, además de la separación Estado-confesiones religiosas, es la separación Estado-familia. O lo que es lo mismo, que las autoridades e instituciones públicas no se entrometan en lo que no les concierne y que hagan lo que les compete, es decir, ayudar a los padres en lo que éstos quieran.

En cuestión de enseñanza, lo que hay que pedir es que de verdad haya libertad de enseñanza. Que de verdad los padres puedan elegir la educación que quieran para sus hijos, incluido el poder hacerlo ellos mismos, y que el que quiera dedicarse a la enseñanza, poniendo un colegio, lo pueda hacer libremente, incluyendo el tipo de pedagogía. Y el Estado que vigile que los niños reciban, al menos, unos mínimos de instrucción en unas condiciones adecuadas y que la situación económica de los padres no sea una barrera.

Y, claro, si los padre quieren que tengan una determinada enseñanza religiosa y que de ésta se encargue una determinada confesión religiosa, pues eso, que no meta el Estado en esto, que es de los padres, las narices.

Continuaremos otro día.

viernes, 6 de marzo de 2009

Incompatibles con la vida


Quería haber continuado con lo de "Las firmas de Europa Laica", pero el dolor me fuerza a cambiar de idea.

"Catorce semanas de aborto libre. Dos indicaciones con un plazo más largo, de 22 semanas: grave riesgo para la salud de la madre y riesgo de malformaciones fetales. Y un último supuesto: que el feto que va a nacer sea 'incompatible con la vida' ". Así sintetizaba el diario El País el macabro informe del "Ministerio de la Indiferencia". En el último supuesto, lo deseable, para algunos, sería que no hubiera límites.

Los cínicos suelen recurrir a los eufemismos, los hipócritas no. Estos se limitan a decir lo contrario de lo que piensan y sienten; no se toman la molestia de inventar un lenguaje, sencillamente parasitan el ya existente.

Pero, en los eufemismos -como interrupción del embarazo-, encontramos claves de lo que se intenta, porque "indican lo que denotan". Hay seres humanos, por tanto, que son incompatibles con la vida. Pero, ¿qué vida?

La vida no es un abstracto que tenga realidad propia, lo que hay son seres vivientes y no tienen que ser compatibles con la vida, simplemente viven y finalmente mueren.; todos, también los sanos acaban falleciendo. Pero en español tenemos la misma palabra para dos vidas distintas. La vida biológica y otra vida.

Todas las cosas reales son activas, pero las realidades vivas además actúan para algo, para continuar siendo reales, obran en vista de su propia sustantividad. En esto, el hombre no hace excepción. Y, al igual que los demás seres vivos, al final también muere. Pero hay al parecer, según la información a la que remitimos, algunas malformaciones "que no son compatibles con una vida digna". ¿Y cuál es el límite entre vida digna e indigna? ¿Hay una gradación o es un sistema binario 0/1?

Si es una gradación quiere decir que, cuanto más sano, según criterios médicos, esté uno, la vida será más digna. Conforme vaya uno envejeciendo o enfermando, su vida será menos digna y además se acercará a la muerte o a la incompatibilidad con la vida, si se prefiere. ¿Pero está la dignidad en la vida biológica?

También hablamos de vida en otro sentido al biológico. A diferencia de los demás vivientes, el hombre, además de actuar con vistas a mantener su sustantividad, trasciende esa finalidad y actúa con vistas a... Cada quien puede elegir su fin, aunque no sea indiferente el que se elija. Y así oímos decir que mi vida es el cine, el fútbol, la fama, la ciencia, mi familia... o Dios. Y ésta es para el hombre la auténtica vida, de modo que incluso puede llegar a sacrificar la biológica por esa finalidad para la que vive y da contenido y sentido a su vida.

Y aquí creo que está la clave del eufemismo. Esas criaturas con deformaciones son incompatible con la vida, ¿pero de quién? De aquél cuya finalidad se vea frustrada por el sufrimiento, por tener que cuidar a alguien con graves taras, etc. Estos niños nos recuerdan continuamente lo absurdo de muchas vidas, de muchas finalidades, de muchos supuestos sentidos que no son sino un sinsentido. Y, claro, son incompatibles con la falsedad e inconsistencia de algunas vidas.

Esos inocentes niños son incompatibles con vidas así construidas y yo, sinceramente, quiero -amando cada vez más a esas personas- ser también incompatible con esas vidas.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La mentalidad inquisitorial

Hoy me remito al artículo con el mismo título en Libertad Digital.

Si queréis hacer algún comentario a él, lo podéis dejar aquí.

Las firmas de Europa Laica I

La asociación "Europa Laica" ha recogido 25.000 firmas para pedir "una separación real y efectiva entre las organizaciones religiosas y el Estado". No son muchas las personas que respaldan esta petición, si la comparamos con otras iniciativas de este tipo; a las que, por cierto, poco caso se les hizo. Pero la razón no se define por el número de firmas. Desde luego lo de la separación de las confesiones religiosas -mejor que organizaciones- y el Estado parece razonable.

Esta petición se desglosa en unos puntos: "La eliminación de la financiación de las iglesias con dinero público. La exclusión de la enseñanza de la religión confesional en la escuela. La derogación del Concordato y de los Acuerdos de 1976 y 1979 entre el Estado Español y la Santa Sede, así como la Ley de Libertad Religiosa de 1980. La elaboración de una ley orgánica que desarrolle el derecho a la libertad de conciencia".

Vayamos por pasos contados. Pasos que, por supuesto, tal y como los doy, son más que discutibles, pero son cosas que hay que pensar, porque son asuntos que nos definen mucho.

Propiamente no cabría hablar en la actualidad de financiación de las confesiones religiosas -no todas son iglesias- por parte del Estado. Pero esto no debería de ser un parapeto tras el que esconderse. Los peticionarios son tímidos, deberían de pedir más. Que se acabe con las subvenciones a todo tipo de grupos, asociaciones o negocios, tales como sindicatos, partidos políticos, cine, ONGs varias, etc. Que se devuelva ese poder económico a la gente, con la consiguiente rebaja de impuestos, y que los ciudadanos decidan directamente qué quieren subvencionar y qué no; esto sería votar todos los días con el bolsillo. Todo esto dicho grosso modo sin perjuicio de las matizaciones necesarias.

Centrándonos en la Iglesia. En EE.UU., por ejemplo, o en la Roma de la época de S. Pedro no había el sistema español y tanto hoy como entonces la Iglesia ha podido salir adelante. Nuestro sistema, creo, nos hace dependientes del Estado, por poco que haga éste, pues tramitar las cruces de la declaración de la renta es una dependencia. A lo que hay que añadir subvenciones para arreglos de tejados, restauraciones de retablos, etc.
La Iglesia en España necesita, nunca me cansaré de repetirlo aunque resulte pesado, de un gran realismo. Sin tanto andamiaje estatal, los medios materiales serían más proporcionados a la vida real de la Iglesia y, por ello, también serían más expresivos de quiénes somos realmente. Quedarnos solos, sin alforja ni pan ni dinero (cf. Lc 9,3), sin que nos apuntale de ningún modo el Estado, probablemente nos de un poco de miedo, pero nos acercaría más a vivir confiados en la providencia divina.

¿Qué no podríamos, por ejemplo, mantener todo el patrimonio artístico? No creo que ésta sea la misión más importante de la Iglesia. Hay veces que nos convertimos en esclavos de los medios. Es más importante la libertad para que el anuncio sea lo más incondicionado posible. De nuestra parte, tenemos que hacer para que nuestros medios sean también manifestación de nuestra confianza en Dios.

Ante este tipo de peticiones, solemos ponernos a la defensiva y, acaso, debiéramos tomar la delantera. Esto, por sí mismo, me parece que haría mucho más que muchas campañas de promoción y mejora de imagen.

Habrá que continuar otro día con el siguiente punto de esa petición.



martes, 3 de marzo de 2009

Algo más que cloruro sódico


Recientemente se ha publicado el Anuario Pontificio. Según los datos estadísticos, la proporción de católicos en el mundo se mantiene más o menos. Frente a cualquier triunfalismo, solamente un 17,4% en el total mundial.

Claro, esto solamente se referirá a los bautizados en la Igleisa o bautizados fuera de ella acogidos posteriormente. Si cambiamos el punto de vista y nos situamos en uno vivencial, las cifras indudablemente bajan. ¿Cuántos además de pertenecer quieren serlo? ¿Cuántos de catolicismo heredado e inercial lo han hecho algo suyo?

El Señor nos encomendó anunciar el Evangelio a todas las gentes, lo que no garantiza el número y, desde luego, no pone objetivos empresariales. Pero lo que sí nos dice es que somos la sal de la tierra (Mt 5,13). Sea cual sea el número, lo decisivo es mantenerse fiel a lo que somos para cumplir la misión.

¿Y cual es la misión de la sal? Levítico 2,13 (cf. Ez 43,24) dice: "Sazonarás con sal toda la oblación que ofrezcas; en ninguna de tus oblaciones permitirás que falte nunca la sal de la alianza de tu Dios; en todas tus ofrendas ofrecerás sal". Una referencia a lo duradero de la alianza y, por tanto, a la fidelidad también.

Este pasaje del Levítico creo que nos da luz sobre la misión que tenemos como sal. Todo ha sido creado para la gloria de Dios, la naturaleza y la historia tienen que ser una oblación de alabanza. Los discípulos tenemos que ser esa sal de la alianza sobre la ofrenda que será consumida por el fuego del Espíritu traído por la Cruz de Cristo (cf. Lc 12,49).

lunes, 2 de marzo de 2009

Antífona de comunión C-DI.1 / Mateo 4,4b

La primera de las dos antífonas de comunión de ayer es una resonancia del evangelio escuchado.
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4b).
Ciertamente, ayer concretamente, al escuchar el evangelio de S. Marcos (1,12-15) no apareció explícitamente esta réplica de Jesús a la primera tentación, pero estaba presente en el corazón del creyente.

Moises, en el libro del Deuteronomio (Dt 8), cuando están próximos a entrar en la Tierra Prometida, hace un llamamiento al pueblo de Israel para que recuerde el camino por el desierto y cómo, a través de necesidades y favores divinos, Dios lo había ido educando como un padre a un hijo; en esta forma de actuar de Dios estaba siendo anticipada la revelación, por Jesús, de la paternidad divina. Ahora, en la situación en la que se encontrarán, van a correr un peligro, una tentación, parecida a la primera con la que combatirá Jesús, y, por ello, deben de tener presente lo que han aprendido, que no solamente de pan vive el hombre sino de todo lo que sale de la boca de Dios (Dt 8,3).

Satanás, cuando le dice a Jesús que use su poder para saciar su hambre (Mt 4,3), le está tentando a una existencia cerrada sobre sí misma, que viva en un círculo clausurado. Éste es el peligro que el pueblo de Israel podía encontrar en esa tierra que manaba leche y miel. Que creyera que se podía bastar a sí mismo, que podía prescindir de Dios, que lo que tenía era para servirse a sí mismo y que con lo que podía por sí mismo le basta.

Cuando nos acercamos a alimentarnos de la Palabra de Dios, la antífona nos recuerda cuál tiene que ser nuestra disposición. El verdadero discípulo se acerca a comulgar sabiendo que no se puede alimentar a sí mismo, que lo poco que puede es don de Dios y que no puede ser usado como un círculo cerrado que parte de él y vuelve a él. El hombre necesita pan, pero necesita sobre todo a Dios, porque el fin de su vida es la divinización, y este alimento es don.

domingo, 1 de marzo de 2009

Del desierto al Paraíso. Marcos 1, 12-15



El evangelio de S. Marcos es sumamente parco, el más corto de los cuatro, pero, en su brevedad, es de una gran densidad. El relato de las tentaciones de Jesús apenas se extiende a dos versículos.
En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían (Mc 1, 12s).
Inmediatamente después de su investidura mesiánica ante el pueblo, empieza su misión dirigiéndose al desierto y allí está cuarenta días. Para entrar en la Tierra Prometida, el pueblo de Israel tuvo que andar cuarenta años por el desierto.

Adán fue tentado en el Paraíso; Jesús, en cambio, lo es en el desierto. Aunque, en cuanto estamos en comunión con Él, estamos en el Paraíso, Jesús es tentado en el desierto, porque se encarnó con todas las consecuencias. Su humanidad no es un abstracto, solamente se puede ser hombre de forma concreta. Y el mundo en que vivió como hombre era un desierto, porque estaba regido por el pecado. Lejos de Dios no hay vida, sin Él la existencia es desértica.

Como Adán fue tentado, pero, a diferencia de él, Jesús triunfa sobre la tentación. ¡Con qué sobriedad lo dice Mc! Solamente escribe que fue tentado y el que solamente es tentado no peca, sale victorioso de la prueba.

Y entonces el evangelista nos ofrece en dos pinceladas algo extraordinario. Jesús, el vencedor de Satanás, vive en el Paraíso. Si Adán hubiera dicho que no, habría seguido viviendo en comunión con el resto de la creación, las fieras no se habrían convertido en una amenaza para él y habría vivido aceptando la ayuda de los ángeles en su camino de santidad. La puerta de retorno al Paraíso es la victoria sobre las tentaciones.

Y entonces comienza Jesús el anuncio (Mc 1,14-15). El tiempo del cumplimiento de las promesas ha llegado. Vivir bajo la soberanía divina en vez de bajo el dominio del pecado está cerca, hay que convertirse y creer esta Buena Noticia. En Jesús, Dios nos brinda la gracia para que nosotros podamos también salir vencedores de las tentaciones y entrar en la Tierra Prometida. Jesús ha triunfado y quiere hacernos partícipes de su victoria.