domingo, 27 de septiembre de 2009

Antífona de comunión TO-XXVI.1/Salmo 119 (118), 49s

Recuerda la palabra que diste a tu siervo, Señor, de la que hiciste mi esperanza. Este es mi consuelo en la aflicción (Sal 119,49s).
En el AT, es frecuente encontrar en las palabras de Dios un esquema del tipo "si haces..., entonces...". El salmista está caminando precisamente sobre eso. Él tiende sus manos hacia la voluntad divina (cf. Sal 119,48) y, por ello, aun en medio de los momentos de dificultad, su vida no se ve sumida en la desolación. Esto es así porque la fidelidad divina hace que sus palabras nutran nuestra esperanza, pues hace que sus promesas sean pregustación del cumplimiento de ellas. Quien se apoya en esa Roca no siente la zozobra de lo que puede fallar, el futuro en manos de Dios no es incierto, sino esperanzado.

El comulgante se halla en una situación similar. En los evangelios, nos encontramos con palabras de Jesús que guardan una estructura similar. En dos momentos muy eucarísticos, v. gr., las tenemos: el discurso de la sinagoga de Cafarnaúm (Jn 6,22-66) y las palabras de la última cena (Jn 13,31-17,26). Recordemos solamente algunas.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre (Jn 6,51).
El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14,23).
La vida está ciertamente llena de problemas y dificultades, pero en medio de todo ello vivimos con la esperanza en la diviniación, en la participación plena en la vida divina. La comunión es ocasión para hablar de estas cosas con el Señor; las palabras de este Salmo nos invitan a ello. El Señor nos ha hecho unas promesas, ¿qué mayor seguridad en la vida?

sábado, 26 de septiembre de 2009

Las lindes de la comunidad. Marcos 9,38-48

En el evangelio de este domingo, a raíz de una pregunta que hace Juan, Jesús da una instrucción a sus discípulos -recordemos que en el camino a Jerusalén se está centrando en la enseñanza a ellos- en la que se suceden unas sentencias que parecen yuxtapuestas. Se puede hacer una interpretación de cada una aisladamente o bien desde el contexto en que se hayan. De este pequeño discurso de marcado carácter eclesial, la liturgia omite los dos últimos versículos.

La cuestión que da pie a la enseñanza contiene, en sí, la clave de lo que viene a continuación. La traducción oficial no es muy afortunada, pues oscurece el meollo. El evangelista emplea el verbo akolouzéo, que es el mismo que usa, v. gr., Mt 4,20: "Dejando las redes, lo siguieron". El problema, por tanto, que le plantea Juan a Jesús es que uno que echaba demonios en nombre de Jesús no los sigue. Pero, claro, el discipulado no queda definido por seguirnos, aunque en ese nosotros esté incluido Jesús, sino por seguirlo.

Ese personaje ha podido expulsar demonios porque lo ha hecho en nombre de Jesús y ese nombre no ha sido empleado de forma mágica, instrumental. Las palabras de Jesús dan a entender que la relación con Él es muy profunda. Quien obra así no puede hablar mal de Él. ¿Y qué es hablar mal de Jesús sino violar uno de los mandamientos? Ese personaje no toma el nombre de Jesús en vano; en ello, hay una afirmación implícita del reconocimiento de la divinidad de Cristo y de la fe de ese hombre hacia Él. Tengamos además en cuenta que, a los ojos de un judío, para hacer el exorcismo se estaría apoyando no en Dios, sino solamente en un hombre. Ese hombre con su obrar está afirmando, por tanto, que el poder de Jesús está por encima de los demonios y que no hay uno ulterior al que remitirse, que su nombre es el Nombre. Aunque esto no sea suficiente; no basta decir Señor, Señor, para poder entrar en el Reino de los Cielos (cf. Mt 7,21-27).

A continuación, una vez dicho que lo que define es la relación con Jesús, retoma la primera persona del plural que había empleado Juan; ser discípulo es ciertamente seguir a Jesús, pero es seguirlo con otros, con quienes lo siguen. La comunidad es un nosotros que viene definido en relación con Jesús y quien no actúa contra ese nosotros está a favor de él. Después, pone en primer plano a los discípulos. Dice que el hacerles el bien, por ser de Cristo, recibirá recompensa. El discípulo remite a Cristo y, por ello, y no por sí mismo, es ocasión de definirse alguien respecto a Jesús con una acción en relación con ellos (cf. Mt 25,31-46).

En cambio, al que sea escándalo, ocasión para que peque uno de los creyentes , incluido el más pequeño de ellos, le revertirá su mala acción. Éste es el mal mayor que nos pueden hacer; pero el mal de verdad lo sufrimos cuando secundamos la incitación, pues entonces es cuando pecamos. ¿Pero solamente los que de fuera hagan eso? Las sentencias que vienen a continuación pueden ser leídas con sentido individual; esto es lo usual y directo. Pero el contexto parece invitarnos a una lectura eclesial, al menos por analogía; me parece que ambas son posibles y no excluyentes. La Iglesia es el cuerpo de Cristo y cada cristiano es un miembro del mismo (cf. Rm 4,12s). Los miembros de la Iglesia pueden hacer mal al resto de ellos; en determinados casos, la cura sería la amputación (cf. Mt 18,15ss).

Todas estas sentencias no solamente trazan un perfil de la Iglesia y dan pautas para la acción pastoral, sino que también nos caracterizan, nos ayudan a saber dónde estamos cada uno y nos invitan a situarnos aún mejor.

jueves, 24 de septiembre de 2009

martes, 22 de septiembre de 2009

La ermita está vacía.
Abierto el techo al cielo, cae la lluvia
sobre su suelo de hojas
y musgos ya cubierto.
Al monje hallar no puedo. ¿Dónde está?

domingo, 20 de septiembre de 2009

Antífona de comunión TO-XXV.1/Salmo 119 (118),4s

Tú, Señor, promulgas tus decretos para que se observen exactamente; ¡ojalá esté firme mi camino para cumplir tus consignas! (Sal 119,4s).
Junto al sacrificio de ratificación de la Alianza del Sinaí, estaban sus clausulas, es decir, el libro de la Alianza, en cuyo centro estaban las Diez Palabras (Decálogo). A la lectura de él, el pueblo respondió diciendo: "Obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho el Señor" (Ex 24,7).

En la Nueva Alianza, no se inmolan novillos como sacrificio de comunión, sino que es Cristo la víctima. Ni hay diferencia entre el sacerdote y lo sacrificado. Jesucristo es a la vez la víctima y el sacerdote. Pero tampoco hay diferencia entre estos y las clausulas de la Alianza. Jesús no es solamente la víctima y el sacerdote, sino que también es la Palabra eterna del Padre. La voluntad divina se nos manifiesta en la encarnación de su Hijo y de manera particular en su misterio pascual.

Cuando el ministro de la comunión dice: "El Cuerpo de Cristo", nos dice que esa es la Palabra de Dios, que esa es su voluntad. Y nuestro amén ha de contener en sí las palabras que hemos citado del libro del Éxodo. En la humanidad de Cristo, Dios ha promulgado, ha hecho manifiesta su voluntad para con los hombres. Pero nosotros somos débiles, por eso nuestro amén solamente lo es desde la humildad, desde el saber que es Dios también el que, junto a la revelación de su voluntad, da firmeza a nuestras piernas para que podamos andar por su camino.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Nada que discutir. Marcos 9,29-36

[Como el sábado no me será posible, adelanto el pequeño comentario del evangelio del domingo]

Del anterior domingo a éste, damos un pequeño salto en el relato de S. Marcos, dejando atrás medio capítulo, incluida la Transfiguración. Y volvemos a encontrarnos con un anuncio de la pasión, en este caso, el segundo. No estamos con una simple repetición. Ni nuestra situación es la misma ni siquiera el contexto en el que tiene lugar es idéntico en el evangelio. La palabra de Dios es siempre nueva, con novedad que nunca envejece, porque Él está más allá de juventud o ancianidad. Y además nosotros necesitamos oír una y otra vez, necesitamos que cale hasta lo más hondo de nuestro ser el anuncio del misterio pascual, el centro de nuestra fe.

El anuncio vuelve a ser hecho a los discípulos, no a la gente. Y de nuevo se pone de manifiesto que los que han empezado a seguir a Jesús necesitan madurar su fe; siguen sin entender y su relación con Jesús está marcada por el miedo, todavía no han alcanzado la madurez en el amor que expulsa todo temor. Su corazón está apegado a ser el más importante. Por eso siguen siendo esclavos del temor, porque lo que no es Dios puede perecer. Mientras que no sea Él el único apoyo, nuestra vida está marcada por la incertidumbre de lo inestable y efímero. Pero el que sostiene su vida únicamente en el amor divino, no vive preocupado, pendiente continuamente de todo y esclavo.

Las palabras que dirige, a continuación, Jesús son directamente para los Doce, no para la gente ni siquiera para los discípulos. Habían discutido por el camino. Lo que no es Dios, cuando lo ponemos en su lugar, nos lleva a la discusión, a la división. Los discípulos, por el camino han revivido una vez más, como tantas veces a lo largo de la historia lo hemos hecho los hombres, el relato de la torre de Babel. Jesús se dirige ahora a los encargados de obra de la nueva Jerusalén. En vez de subir al cielo con las propias fuerzas, subiéndose los unos encima de los otros, en la ciudad de Dios, los que quieran ser primeros han de ser los últimos y servidores de todos.

Cuando se habla de la ordenación de las mujeres, cuántas veces me da la impresión de que es un debate trufado de pretensión política, de ser el más importante. Sobre esto no hay nada que discutir. El que quiera ser el primero no tiene que ser Papa, obispo, presbítero o diácono. Simplemente tiene que ser el último y el servidor de todos. Acoger al más pequeño de la comunidad es acoger a Jesús y al que le ha enviado. ¿A qué más se puede aspirar?

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Sobre el silencio los pasos se alejan,
las piedras el roce hiere;
solo en la iglesia.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Son divino

Tañendo los pinos,
soplaba el viento.
Sobre el cielo azul,
rumor de hojas.
De tocar deja
el gran laudista;
sosiego del bosque
que lleva silencio.

Antífona de comunión TO-XXIV.1 / Salmo 36 (35),8

¡Qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios! Los humanos se acogen a la sombra de tus alas (Sal 36 (35),8).
En el Salmo 36, un fiel perseguido busca refugio en el Templo de Jerusalén, lugar, por excelencia, de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Va con la confianza en la misericordiosa fidelidad del Señor a su Alianza. Una imagen de la naturaleza de su entorno le viene a los labios para expresarse. En zonas desérticas, el Sol es una amenaza, mucho más para indefensas crías de ave; la madre las protege con la sombra de sus alas, lo mismo que Agar hizo con Ismael poniéndolo bajo una mata (cf. Gn 21,15). Protección de amor maternal ante el peligro.

El comulgante se acerca a su refugio, al verdadero templo, la humanidad de Cristo en donde encuentra a Dios. Y va buscando también protección de sus enemigos, de los más terribles de todos, que no son los externos, sino los internos. La gran amenaza es nuestra soberbia, ira, avaricia, lujuria,... El fiel se acerca a comulgar confiado en la fidelidad de Jesús a la Alianza que ha sellado con su propia sangre, la nueva y definitiva, y a la que el creyente se ha unido por el bautismo.

En la Eucaristía, está el frescor de la sombra de las alas de Cristo, de sus brazos abiertos en cruz. Refugio que es comunión con todos los otros hermanos en la fe. Jesús, con amor, quiere cobijar a todos, como la gallina reune a su nidada bajo las alas (cf. Lc 13,34).

Pero no es una protección que nos reduzca a la pasividad. Nos guarda y nos da la gracia para que con su ayuda podamos nosotros vencer a nuestros enemigos. Ciertamente qué inapreciable es su bondad.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Ve detrás de mí. Marcos 8,27-35

El pasaje del evangelio de este domingo lo sitúa S. Marcos tras la curación progresiva de un ciego que, a su vez, hace inclusión con el paso del ciego de Jericó (Mc 10,46-52). Estamos, por tanto, en el comienzo de una parte del relato marquiano que va a estar ritmado por los anuncios de la pasión y a ser un camino de crecimiento para los discípulos.

En el segundo evangelio, los demonios saben quién es Jesús y cuál es su misión (Mc 1,24), pero de ahí no pasan. La confesión de Pedro sobre la mesianidad de Cristo tiene su importancia, mas por sí sola es insuficiente; es necesaria una determinada relación con Él. Cuando Jesús, a continuación, les revela a los discípulos cuál es el cómo de su misión, Pedro se resiste a dar el siguiente paso en el discipulado y pretende que sea Jesús el que se adecue a sus expectativas.

Su fe incipiente tiene que purificarse. Empieza a ver, pero de manera distorsionada –“veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero andan” (Mc 8,24)–. Su pensar (“phroneis”) es como un filtro deformante que se interpusiera entre Jesús y el conocimiento de fe, hasta el punto de per-vertir el orden de las cosas y pretender que sea Jesús el que siga el criterio mundano. Pedro necesita purificar su fe, dejar su manera de pensar, que es algo más radical que cambiar unos pensamientos por otros. Su pensar tiene que ser como el de Dios.

Por eso, Jesús le dice –la traducción litúrgica hoy no es muy brillante– literalmente: “ve detrás de mí” o “ponte detrás de mí”. Y le llama Satán; se está portando como su adversario. S. Marcos, que no ha explicitado las tentaciones en el desierto (1,13), parece querer darnos aquí la esencia de las mismas. Mas la orden que le da al discípulo la generaliza y empieza a desentrañar lo que es ir detrás de Él; el evangelista explicita que son palabras que Jesús dirige tanto a la gente en general como a sus discípulos, tanto a los que no le siguen como a los que lo hacen, aunque sea de manera naciente.
El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará (Mc 8,34s).
¿Y qué será eso de negarse a sí mismo y cómo se hará? ¿Qué es cargar con la cruz?… Jesús lo va a ir aclarando en lo que resta de evangelio. No dejemos que nuestro modo de pensar suplante su enseñanza, dejemos que sea Él quien lo haga.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Una polémica cultural en el franquismo

Me pidieron, en LD, que reseñara un libro. Aquí tenéis el artículo. Si os sugiere algún comentario, podéis dejarlo aquí.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Antifona de comunión TO-XXIII.1 / Salmo 42,2s

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo (Sal 42 (41),2s).
El hombre tiene sed de Dios. Ha sido creado para la divinización y consciente o inconscientemente todos sus actos vienen determinados por el para hacia el cual ha de tender y que, abierto para su realización, se le presenta como tarea, que lo es de sí mismo. Hasta cuando conscientemente alguien niega que sea Dios el único que pueda saciar su sed, ésta lo persigue y todos los paras tras los que corre no son sino sucedáneos con que intenta saciarla. En la elección de ese sentido último en todas sus decisiones, el hombre se va moldeando, va definiendo quién es y lo hace con valor de eternidad; el hacia para el que haya vivido determina el que su trasvida sea eterna plenitud o la más radical frustración, una existencia eternamente sedienta de divinidad.

La antífona de comunión da palabras al creyente que se acerca a recibir a Cristo. Es la sed de divinidad lo que lo mueve y es en Cristo en quien reconoce a Aquél que puede dar el agua viva (cf. Jn 4). Es también con este Salmo 42 con el que respondemos a la última lectura veterotestamentaria en la Vigilia Pascual y asimismo forma parte de la misa de difuntos. El fiel se acerca, por tanto, al que sacia la sed, que es el que da cumplimiento a las promesas del AT con su Resurrección. Al ir a comulgar satisfacemos nuestra sed de divinidad, pero pregustando los bienes celestes; la apagamos, pero como quien va en camino saboreando ya su contentamiento pleno en la Jerusalén celeste: “Luego me mostró el río de agua de Vida, brillante como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero” (Ap 22,1).

sábado, 5 de septiembre de 2009

Ábrete. Mc 7,31-37

Tras años de preparación en el catecumenado y habiendo tenido lugar los últimos escrutinios y entregas del Símbolo y la Oración dominical, el Sábado Santo, como preparación inmediata a la recepción de los sacramentos de la Iniciación Cristiana en la inminente Vigilia Pascual, los elegidos se reúnen en clima de recogimiento espiritual y oración. En este contexto, tienen lugar los últimos ritos: la “Recitación del Símbolo”, el “Effetá”, la “Elección del nombre cristiano” y la “Unción con el óleo de los catecúmenos”. Todos ellos de una gran profundidad y expresividad simbólica.

En el rito del Effetá, después de leerse el evangelio de este domingo (Mc 7,31-37), el celebrante se acerca a cada uno de los elegidos y con el pulgar les toca los oídos y la boca, cuyos labios están cerrados. Mientras tanto dice:
Effetá, que significa: ábrete, para que profeses la fe, que has escuchado, para alabanza y gloria de Dios.
Seguramente el mejor comentario a este evangelio sea este rito. Si no hemos sido bautizados de adultos, podemos ser testigos de él, cuando acompañemos a algún adulto en el camino del catecumenado. Aunque no solamente; en el ritual del bautizo de niños, está como rito opcional. Ahora bien, más allá de ver una celebración, el ser testigo de ella no lo es de lo externo que capta el conocimiento natural, sino de lo que nos notifica la fe. Habrá quienes reconozcan en lo que se celebra lo que ha ocurrido en la propia vida; otros se sentirán llamados a que sea verdad en ellos. En otros casos, tristemente la actitud de algunos asistentes a la celebración hace recordar lo que dice el Señor en Mt 7,6.

La espiritualidad bautismal, que es la común a todo cristiano, supone, en el caso de quien fue bautizado de niño, el hacer personalmente el recorrido que hicieron, con él en brazos, sus padres y padrinos el día de su bautismo, desde la acogida en el atrio de la iglesia hasta la despedida tras la bendición en torno al altar. En este caso concreto del Effetá, en ese camino de maduración espiritual en el que tenemos que empeñar nuestra vida, tiene que ser abierto nuestro oído para escuchar y soltada nuestra lengua para proclamar el Evangelio, por el único que puede hacerlo, Jesús.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El pueblo en fiestas

Poco a poco voy mejorando de mis dolencias oculares; a ese ritmo me iré metiendo en la blogosfera, pero sin prisas, no quiero dar marcha atrás por correr.
Me dicen en Libertad Digital que este año no habrá suplemento "Iglesia", pero me han publicado, de modo excepcional, éste en "Ideas". Me han dicho que me encargarán algunas recensiones de libros. Cuando haya alguna, ya os lo diré. Los comentarios al artículo de hoy, como siempre, los podéis dejar aquí.