jueves, 21 de abril de 2011

Haced esto. 1 Corintios 11,23-26

San Pablo nos dice que ha recibido una tradición. No es algo que él haya inventado, procede del Señor; ése es su manadero. Así le ha llegado a él el Jueves Santo y así lo hemos acogido nosotros para entregarlo. Todo nos llega en la tradición viva de la Iglesia. El "haced esto" tiene un primer significado, aunque no sea el más importante, en esta transmisión. La permanente presencia del mandato se da en la entrega y recepción de la tradición y la tradición es cumplimiento del mandato.

En esta tradición, unidos la una al otro, están presentes la Eucaristía y el Sacerdocio de la Nueva Alianza. La una no es posible sin el otro y éste no tiene sentido sin el Sacrificio. En la tradición nos llegan ambos sacramentos en este "haced esto". Y esa tradición tiene como primeros receptores del mandato a los Doce y como primeros sacerdotes a ellos, quienes fueron los primeros comulgantes.

El "haced esto", el mandato, lo reciben después de que Jesús dijera: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros". El Sumo y Eterno Sacerdote es Jesús que se entrega por nosotros. Jesús se da primero como sacrificio y como alimento. Y, en esa donación, nos da la Eucaristía e instituye el sacerdocio. En esa tradición que comienza esa noche, un elemento esencial y vertebrador será la sucesión apostólica.

Ese mandato, "haced esto", lo es a celebrar el memorial del misterio pascual: "en memoria mía". "Haced esto" es celebrar el memorial; lo cual no es hacer memoria psicológica. Por la celebración del memorial, se hace de nuevo presente el misterio de la fe. Y, por esa presencia mistérica, tomamos parte en el sacrificio de la Nueva Alianza, que es también sacrificio expiatorio; la Eucaristía es verdadero sacrificio. En el memorial, la víctima tiene presencia eminente. El Cuerpo y la Sangre se hacen verdadera, real y sustancialmente presentes. Y, por esta presencia, el sacrificio lo es también de comunión. Lo mismo que el Jueves Santo primero, podemos comer y beber el Cuerpo y la Sangre del Cordero Pascual.

Esa oblación de sí mismo, en la que se nos da el mandado "haced esto", es el contenido de lo que hemos de ser y hacer. Quienes participan de la Eucaristía han de ser eucarísticos. Gracias al misterio pascual, recibimos la vida del Resucitado, somos configurados conforme a su Pascua y, por ello, hemos sido elegidos para vivir la vida que se nos ha donado en el Bautismo. Por ello, el mandato lo es a vivir vida pascual, por tanto a amar como Él nos ha amado. La vida eucarística es una vida sacrificial, una vida que ama hasta morir crucificada.

"Haced esto".

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