viernes, 29 de julio de 2011

domingo, 24 de julio de 2011

Antífona de comunión TO-X.2 / 1 Juan 4,16

Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1Jn 4,16).
La Eucaristía es el memorial de la entrega de Jesús en la cruz, en ella el misterio pacual se hace presente. Y los creyentes, por la fe, conocen en él cómo nos ha amado Jesús y, por ello, cómo le ama el Padre, cómo es el amor trinitario: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor" (Jn 15,9). Ese amor de cruz no es conquistable; a lo que estamos llamados es a permanecer en donde no podemos auto-colocarnos, donde hemos sido puestos. Adán no se introdujo en el Paraíso, su tarea era permanecer en donde, desde el primer momento, había sido puesto. Pero, aunque no podamos ponernos ahí, en el amor de Dios, lo mismo que Adán pudo auto-excluirse del Paraíso, así nosotros podemos salir del amor divino.

La Eucaristía nos manifiesta ese amor de Dios y que estamos en él. Y es ese amor comulgado el que nos capacita para la permanencia en ese amor. ¿Y cómo permanecer en ese amor? El que guarda los mandamientos de Jesús, ese es el que permanece en su amor (cf. Jn 15,10).

¿Y cuáles son esos mandamientos? Ese misterio pascual nos dice del amor de Dios y de nuestro estar en él, nos capacita para permanecer en él y nos habla de cuáles sean sus mandamientos, pues el amor, la escucha del amor, nos llama a amar. A amar a Dios; a amar al prójimo, es decir, a ser prójimo de todo necesitado con el que nos encuentre en el camino; a amar a los enemigos; a amarnos los discípulos los unos a los otros con amor crucificado. En el mandamiento del amor, se encierran la Ley y los Profetas. El amor divino es un imposible si se margina una yod de la Escritura. Cualquier avaricia, soberbia, pereza, lujuria, ira,... es merma en el amor o incluso, según la gravedad, negación.

Y la vida Eucarística, esto es, la vida en el amor, en la permanencia en él, en el cumplimiento de la voluntad de Dios con su amor, pues con él es como amamos divinamente, es vida divina, vida trinitaria. Pues es un estar en Dios y Dios en nosotros.

[Si no me equivoco, con esta glosa, concluimos el comentario de las antífonas principales del misal]

lunes, 18 de julio de 2011

Con "Málaga"

Palpar tus versos,
aquéllos de alguien
que no conocí,
entrar en su rito,
un flujo distante,
el tuyo, no el mío,
que pide sea barro
dejándose heñir.

¿Qué es pues poesía?
Verbo en soplo
que encuentra
arcilla que espera
volver a aquel hombre
que fue en el jardín.

lunes, 11 de julio de 2011

Con la Regla de San Benito

Ayer en el campo, como cuando S. Agustín se juntaba con un grupo de amigos para hablar de las cosas divinas, nos reunimos unos cuantos. Ninguno conocía a todos los demás y, sin embargo, al tener en común lo único importante, pronto nos vimos todos en un clima de confianza e intimidad. Después de comer y, en un ameno rincón, por las sombras de los árboles cuidados, llenos del deseo de abrazar más el Evangelio, de dar carne en nuestro mundo y tiempo a la apostólica forma de vivir, inopinadamente se nos ocurrió dejarnos interrogar por Dios, al hilo de la lectura de la Regla de San Benito, sobre cómo querría Él que esto tuviera concreción.

De modo que me pidieron que, en septiembre, dicha lectura la fuera acompañando yo con un comentario a la misma. No con la intención de saber qué dijo en aquel entonces S. Benito, sino, teniendo esto en cuenta, buscar cómo nos puede ayudar este maestro de vida cristiana a vivir hoy en el seguimiento de Cristo.

Y me ha parecido que, con independencia del comentario hablado que en septiembre empiece, muy bien podría ir haciendo otro en esta tertulia cibernética. Que, aunque no tenga la riqueza del contacto directo, no poco fruto puede dar si el corazón abierto deja que el Espíritu se sirva del pobre instrumento de mi palabra. Así que poco a poco iré, cuando la ocasión lo permita, escanciando el licor de la regla benedictina en esta peculiar sala capitular.

S. Gregorio Magno, en el prólogo del segundo libro de sus Diálogos, que dedica a S. Benito, nos dice de éste que «se retiró sabiamente ignorante y prudentemente indocto». Y así es cómo hemos de comenzar el camino, como cualquier discípulo, por mucho que extrañe al subjetivismo de nuestra época, sobre el sólido cimiento de que uno no sabe y necesita ser enseñado.

domingo, 10 de julio de 2011

Antífona de comunión TO-X.1 / Salmo 18(17),3

Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador; Dios mío, peña mía (Sal 18,3).
El salmista se encuentra acosado, perseguido, atacado. Este tema es frecuente en el salterio y es parte de la vida del discípulo. Junto a la animadversión de los que no forman parte de la comunidad y los distintos ataques internos del maligno, hay también una zona intermedia, no es total exterioridad, tampoco interioridad propiamente dicha; se trata de la maledicencia, de la murmuración de los cercanos, de aquellos con los que se sienta entorno al altar.

Ante cualquier ataque, sea del tipo que sea, para el verdadero discípulo, Dios es su refugio, lo es la Eucaristía. Una roca no solamente ofrece un sólido fundamento para una edificación, una alta peña se presenta de difícil acceso para los atacantes, fácil de defender para los sitiados. La comunión con el misterio pascual es inalcanzable para el mal, es un ámbito cuyas puertas se abren solamente para el amor divino, para el hombre de manos inocentes y puro corazón. En la fortaleza eucarística, cualquier venablo queda frenado, su punta no puede penetrar los muros del perdón. Y ahí, en el misterio divino, el discípulo se encuentra libre de cualquier acechanza y libre para el amor.

Sobre la roca del Calvario, se alza la Cruz-alcázar y, en el alcázar, una lanzada ha abierto la puerta de un Corazón.

[Aquí tenéis el comentario a la antífona de entrada del formulario XV del TO y aquí el de la primera antífona de comunión y el de la segunda]

jueves, 7 de julio de 2011

La Bestia

He terminado un libro muy interesante sobre "Poder" y "anti-poder" en el Apocalipsis de Villagra Cantero. Os copio un párrafo que, salvo el anacrónico empleo de Estado, merece la pena. Como no sé cómo escribir con caracteres griegos en el blog, transcribo y entre corchetes traduzco.
La Bestia procura extender su poder sobre un ámbito de carácter global (Ap 13,7 […]) para construir un gobierno expansivo, universal, de tipo imperial; desea convertir el Estado en razón originaria y principio moral de la vida humana. El "gran Dragón rojo" –que entrega su exousía megále [gran poder] al theríon [bestia]– ejerce su influjo mediante el extravío de toda la humanidad […]. Su protagonismo es de carácter disuasivo y engañoso y su rol fundamental se relaciona con el "antagonismo". La Bestia actualiza, en el nivel de la historia, la exousía [poder] de origen demoníaco. Es un "poder" desacralizador e idolátrico. Las acciones que realiza llega[n] a su punto culminante al provocar el acto de adoración que la "humanidad" tributa al drákon [dragón] y al theríon [bestia]. De este modo, pretendiendo emular a la divinidad, la Bestia falsifica la experiencia religiosa y atrapa a la humanidad en una engañosa fascinación por una exousía [poder] para ella irresistible.
Como veis, no tiene desperdicio. Cada cual haga su traducción. La seducción no está lejos.

domingo, 3 de julio de 2011

Antífona de entrada TO-X / Salmo 27(26),1-2

El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida: ¿quién me hará temblar? Ellos, mis enemigos y adversarios, tropiezan y caen (Sal 27,1-2).
La Eucaristía es revelación y salvación. Cualquier luminaria, por muy visible que sea y haga visibles las cosas, no puede dar la capacidad de ver a un topo. Dios se nos da a conocer, no simplemente nos comunica cosas sobre Él, la realidad, el sentido de todo,... La revelación es auto-revelación. Pero no es sin más des-velar lo que estaba oculto.

Hay muchas cosas que des-cubrimos, que antes estaban ocultas, ignotas, y ahora podemos conocer; hay secretos de los demás que, en un determinado momento, nos des-cubren. La revelación divina es un darse, no es un des-cubrimiento nuestro, pero ese darse no lo es como nosotros podemos des-velar algo de nosotros a los demás. Cuando abrimos nuestro corazón a alguien no necesitamos capacitarlo para que conozca nuestra intimidad. En la revelación divina, Dios nos capacita para conocer lo que no es creado, lo meta-creatural, nos capacita con la fe para conocer su auto-comunicación. Y así no solamente conocemos la luminaria, sino todo iluminado por ella, también nosotros mismos; todo se encuentra en el ámbito de su luz.

Hay animales, como el topo, que no son exactamente invidentes, porque están en otro orden distinto al ver o no ver, son más bien avidentes. En cambio, hay criaturas que deberían ver, el no ver en ellas es una deficiencia o enfermedad, éstas son propiamente invidentes. No es lo mismo un ciego que un topo, éste no tiene por qué ver. El hombre debería ver y, sin embargo, nace ciego. Dios se nos revela como salvador. Nos da la capacidad de conocerlo a quienes deberíamos tenerla, como la tenía Adán en el Paraíso. Y la contemplación de Dios es divinizadora.

Nos da poder vivir en el ámbito paradisíaco de su luminosidad deificadora. En él, no caminamos en las tinieblas; en la luz, caminamos sin miedo a tropezar, a caer en la fosa imperceptible por la oscuridad, a no ver el ataque enemigo,... Ante la luz, las sombras se desvanecen.

El memorial del misterio pascual, es ámbito de revelación y salvación. En el sacrificio de la cruz, Dios se manifiesta como Amor.
[La antífona de entrada del decimocuarto formulario del tiempo ordinario la tenéis comentada aquí; las de comunión acá y acullá]