domingo, 29 de enero de 2012

La vía del guerrero (RB Pról. 22-34) - IV


Como la pregunta del joven rico, la nuestra sobre quién puede entrar en el tabernáculo recibe respuesta en varios pasos. En un primer momento, continuando con el Salmo, se nos dice: «Quien anda sin mancha y practica la justicia; quien dice la verdad en su corazón, quien no ha engañado con su lengua; quien no ha hecho el mal a su prójimo, quien no ha acogido la injuria contra su prójimo» (Sal, 15,2-3).

San Benito nos presenta tres expresiones polares. El número apunta a algo completo y con este tipo de expresiones, algo de estilo muy semítico, se indica una totalidad. En la primera de ellas, los polos que intentan abarcar el todo de la acción son el no hacer lo malo y el hacer lo bueno, la abstención y la acción. En la segunda, el protagonismo lo tiene la palabra y el juego se establece entre interior y exterior, corazón y lengua. En último lugar, el foco se centra en el prójimo y el balanceo lo tenemos duplicado, pues se da entre obras y palabras, pero también entre producir y recibir.

La acción moral no solamente aparece como imprescindible para el camino que se emprende, sino que también se presenta como una totalidad. No solamente la acción y la palabra tienen importancia, sino que también está implicada la totalidad de lo que somos. En la obediencia a la voluntad de Dios no hay tierra de nadie.

Sin embargo, pese a la apariencia de totalidad que presentan estas líneas, el autor de la regla no queda satisfecho. Como en la escena evangélica mencionada aún hay más. Habrá que dar todavía dos pasos para poder entrar en el tabernáculo.



[Foto gentileza de una contertulia del blog]

domingo, 22 de enero de 2012

La vía del guerrero (RB Pról. 22-34) - III


Tras la pregunta y como parte integrante de ella, está la escucha. Sólo pregunta de verdad quien busca respuesta, por ello, siempre está envuelta en el silencio del que está dispuesto a recibir una palabra, a acogerla. Las respuestas humanas están siempre abiertas a nuestro juicio sobre su bondad o maldad, adecuación o inadecuación, pero cuando uno le pregunta a Dios, la expectativa no lo es hacia una palabra que luego se juzgará, sino a una que se acogerá para ser obedecida.

No se trata de la espera en que esté una obediencia ciega. El conocimiento de que es a Dios a quien se escucha da una lucidez lejana a cualquier invidencia, a cualquier irresponsabilidad. Pero esta abertura de fe a la palabra divina no está exenta de discernimiento, pues siempre se nos da en mediación; por muy directa que sea la comunicación, uno mismo siempre será mediación en su conocimiento. Incluso lo claro necesita ser conocido como claro. La misma Sagrada Escritura, frente a cualquier fundamentalismo, al ser verdadera palabra humana y no sólo divina, ha de ser interpretada. Pero además la escucha ha de ir siendo purificada de todo aquello que pueda deformarla, de todo afecto desordenado en el oyente que distorsione la escucha.

El maestro auténtico sabe que es sólo una mediación. Por ello, habrá de ser sumamente respetuoso. No sólo habrá de alejarse de cualquier tentación de abusar de su posición, sino que también se apartará para que haya un verdadero encuentro entre el discípulo y el Señor. Son muy esclarecedoras las palabras de S. Benito: «Tras esta pregunta, hermanos, escuchemos al Señor que nos responde y muestra el camino de su tabernáculo».

El maestro-padre no deja de ser un discípulo. En la palabra que entrega, él mismo es también oyente, porque el camino al que invita es el mismo que él tiene que recorrer, por mucha experiencia que en él ya tenga.

domingo, 15 de enero de 2012

La vía del guerrero (RB Pról. 22-34) - II


¿Y cómo correr por ese camino? No es cuestión de especular, de inventar, de forjar desde nuestro parecer, de andar tanteando a ver si damos con la clave, aunque la inteligencia y la experiencia de cada maestro espiritual vayan enriqueciendo cumulativamente, generación tras generación, la enseñanza ascética. Es la carrera de un discípulo y un discípulo pregunta. Pero no de cualquier manera. No se trata tampoco de tomar las palabras de alguien desgajándolas de éste ni de preguntar a cualquiera. S. Benito nos dice: «Con el profeta, preguntémosle al Señor».

El único maestro es Él, por eso es de Él de quien podemos esperar la enseñanza, por más que se sirva de hombres para guiarnos, pero somos discípulos con otros discípulos. Lo somos en la tradición y preguntamos con el profeta, con el autor sagrado, y, al hacerlo, lo hacemos con los demás discípulos y también con el maestro inmediato, pues no deja de ser él también un discípulo. Y, en el diálogo con el Señor, al preguntar con el salmista, lo hacemos ciertamente con palabras humanas, pero con las que Dios nos ha dado. Desde Él y en Él, le preguntamos con las palabras que nos ha dado, que nos da. S. Benito, desde le principio, nos arraiga en la misma escuela que María y con Marta nos damos cuenta que lo único importante es Él y, por ello, ser discípulos a los pies del Señor.

El Salmo 15(14) –muy cercano a Sal 24; Is 33,14-16; Miq 6,6-8–, con el que el maestro-padre va a tejer las siguientes líneas, con el que quiere que oremos en este momento, refleja probablemente una liturgia de entrada en el templo en la que se haría un escrutinio, a quien solicitaba pasar adentro, sobre el cumplimiento de la torá; la obediencia a las cláusulas de la Alianza sería una condición imprescindible para penetrar en el santuario y participar del culto.

En la Nueva Alianza, ciertamente para entrar en el templo celeste tras esta vida. Pero quien quiere comenzar esta carrera, sin perder la tensión escatológica, pues sin ese fin último nada tendría sentido, tiene que penetrar en el templo que es él mismo para poder llegar a la morada central de sí donde se encuentra el Señor.

S. Benito nos va a dar una respuesta escalonada en tres pasos. No porque haya que dejar un escalón tras de sí, no porque el último no tenga su importancia al principio. Los tres estarán presentes en cada estadio, pero en cada uno lo estará con distinta intensidad.



[Foto gentileza de una contertulia del blog]

sábado, 14 de enero de 2012

Píldoras bíblicas

En mi cuenta de Twitter, @GlosasM, he empezado hoy a publicar un concentrado a partir de las lecturas de la misa del día. ¿Seré perseverante?

domingo, 8 de enero de 2012

La vía del guerrero (RB Pról. 22-34) - I


Si queremos habitar en el tabernáculo de este reino, allí en modo alguno se llega a no ser que se corra con las buenas obras [cf. Sal 119(118),32]. Pero, con el profeta, preguntémosle al Señor, diciéndole: «Señor, ¿quién habita en tu tabernáculo o quién reposa en tu monte santo?» [Sal 15(14),1]. Tras esta pregunta, hermanos, escuchemos al Señor que nos responde y muestra el camino de su tabernáculo, diciendo: «Quien anda sin mancha y practica la justicia; quien dice la verdad en su corazón, quien no ha engañado con su lengua; quien no ha hecho el mal a su prójimo, quien no ha acogido la injuria contra su prójimo» [Sal, 15(14),2-3]; aquél que echa lejos de su corazón al maligno, al diablo, que le sugiere algo, junto con su sugerencia, lo ha conducido a la nada y ha cogido las crías de pensamientos y las ha estrellado contra Cristo [cf. Sal 15(14),4; 137(136),9; 1Cor 10,4]. Aquéllos que temen al Señor no se envanecen por su buena observancia, sino que considerando que el mismo bien que hay en sí no es posible por sí mismos, sino que es el Señor quien lo hace [cf. Sal 15(14),4], proclaman la grandeza del Señor que en ellos actúa, diciendo con el profeta: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria» [Sal 115(113B),1; cf. Flp 2,13]. Como tampoco el apóstol Pablo se atribuía a sí mismo algo de su predicación, diciendo: «Por gracia de Dios soy lo que soy» [1Cor 15,10] y de nuevo él mismo dice: «Quien se gloríe que se gloríe en el Señor» [2Cor 10,17]. Por eso también dice el Señor en el Evangelio: «Quien escucha estas palabras mías y las obra, se asemeja a aquél varón sensato que edificó su casa sobre piedra; vinieron las riadas, soplaron los vientos y arremetieron contra aquella casa, y no cedió, porque estaba cimentada sobre piedra» [Mt 7,24-25; cf. Sal 15(14),5].
Las líneas anteriores de la Regla han llevado al lector-oyente a reconsiderar su propósito, a tomar pie en aquello que supone el seguimiento de Cristo. Una vez dado este paso, las palabras del maestro-padre son un condicional, todo depende de que se quiera o no caminar con el Señor. Y el que así lo quiere ha convertido en decisión el anhelo más profundo del hombre: «¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo» (Sal 84,2-3). La decisión es la de penetrar en el Santuario celeste en que ya ha entrado el Sumo y Eterno Sacerdote (cf. Hb 9); en ello está la bienaventuranza: «Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre» (Sal 84,5).

El tabernáculo era, por excelencia, el lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Y, en el celeste, ciertamente tendrá lugar la divinización en plenitud, pues contemplaremos a Dios, tras del velo, cara a cara. Pero seguiremos siendo hombres, por deificados que estemos, y un santuario es lugar de culto al que en él está. El lector-oyente quiere, ha decidido, que llegue a plenitud su vocación sacerdotal, su vocación de liturgo, por ello, quiere estar donde está el Sumo Sacerdote.

Y allí solamente se llega por el Camino, que es Él; camino que como corriente marina más nos lleva que lo andamos, pero que también tenemos que recorrer. Camino que lleva y que solamente se puede recorrer con premura, lo es no para andar, sino para correr. Y solamente es posible correr por el camino de los mandatos divinos, sólo es posible avanzar prestos con pasos de buenas obras, cuando Dios dilata el corazón. Entonces, cargando con la cruz se puede seguir con ligereza a quien ha penetrado, por su sacrificio de una vez para siempre, en el Santuario celeste.


[Foto gentileza de una contertulia del blog]

martes, 3 de enero de 2012

The Artist

¿Es The Artist (2011) de Michel Hazanavicius una película muda? A primera vista pudiera parecerlo, está rodada en blanco y negro, formato 1:33, y en el 99,99 % de ella ni se habla ni hay sonido de escena. ¿Pero es esto suficiente para considerarla una obra de cine mudo? Modestamente creo que no y no solamente por ese 0,01 %, aunque tenga su importancia, aunque solamente sea porque nos recuerda que estamos en un juego.

¿Por qué digo esto? Si hubiera habido continuidad, si, pese al cine sonoro, hubiera seguido habiendo habitualmente cine mudo, podríamos tal vez perdonarle ese mínimo porcentaje. Seguramente el espectador se dé cuenta de lo que quiero decir cuando compare cómo ve una auténtica película de cine mudo y cómo se sitúa ante ésta. El contexto en que se rodaron aquellas películas es muy importante, lo mismo que en cualquier obra de arte. Un occidental del s. XXI puede pintar algo muy parecido a un icono bizantino, pero nunca será capaz de hacerlo, siempre se quedará en ser un neo-algo o un esnob... o quizás nazca en él algo nuevo con técnicas antiguas, pero el uso de una técnica no hace el estilo. Y el cine mudo no es solamente una técnica.

La película de Hazanavicius es meritoria, el gran valor que tiene es que no quiere ser ni esnob ni hacer neo-mutismo; emplea la distancia insalvable entre nuestra época y la del cine mudo para hacer su obra. Todos los espectadores sabemos que la taciturnidad de los actores no es una imposibilidad técnica y esto nos da una distancia especial con la obra que contemplamos; todos sabemos que no hay una orquesta o un pianista tocando la banda sonora, pero qué más da que sea en realidad cine sonoro simulando otra cosa; todos sabemos que el director hace trampas al no haber rodado con una cámara de entonces, que usa recursos técnicos que a aquéllos maestros les estaban vedados, pero no nos importa, eso nos aporta una separación riquísima para ver la película.

Y ese espacio entre el espectador y la película hace que estemos siempre fuera de ella, más de lo habitual, aunque nunca del todo. Siempre es una película, en ningún momento nos olvidamos de ello, los actores son siempre actores, nunca resultan personajes reales y además dentro de la película, como en ella son también actores, ruedan otras. De alguna manera, los verdaderos protagonistas de la cinta son los espectadores y la película, parte del decorado que es la sala de cine. La distancia nos hace más conscientes de que interpretamos el papel de prestar atención a la obra proyectada, de darle credibilidad. Y es hermoso ser actor, interpretar el papel de un espectador de la época del cine mudo. Lástima que no proporcionen a la entrada vestuario de época, pero eso tampoco importa.

¿Es una comedia o un melodrama? Acaso un profundo drama; las grandes comedias suelen ser un drama demasiado doloroso como para ser presentado como tal. Es verdad que hay algo melodramático, pero, aunque solamente sea por la la tan mentada distancia, envuelto en una gran comedia sobre... ¿qué?

La película tiene tres momentos marcados por la historia del cine: cine mudo, sonoro y musical. El actor masculino de éxito es incapaz de incorporarse, por orgullo –hay una magnífica llamada a la humildad en la cinta–, al sonoro y se arruina completamente, mientras que una incipiente actriz de cine mudo encuentra el triunfo escénico con el sonoro: habla en sus películas,... aunque no la oigamos; todo esto entreverado con una historia de amor entre ambos y guiños a grandes películas.

Esos momentos de la historia del séptimo arte, a su vez, podrían, a mi parecer, ser entendidos como tesis, antítesis y síntesis, que también pudieran interpretarse como equivalentes a nuestro pasado, presente y futuro. En el primer momento, el protagonista es el varón, en el segundo lo es la mujer que, en buena medida, asume en la vida "real" el modo de hacer del protagonista masculino en el cine, que hay dentro del cine, con su toque femenino, a la vez que se hunde el varón. Por último, rescatado éste por ella, se propone una concordia de co-protagonismo en el musical.

Pero el varón sigue sin poder hablar, su gestualidad, propia de cine mudo, queda recuperada en el baile acompañado por una banda sonora de la nueva época. ¿Cómo entender esto?  ¿Como drama o como tragedia? ¿El baile es una superación de la mudez o un disimulo de ella?

Al final, mientras se recalca que somos espectadores con un movimiento de cámara con la grúa, se oye la voz de los operadores en un rodaje, un pequeño momento sonoro de nuevo, lo mismo que en el tránsito anterior, marca una nueva etapa; ahora en realidad, antes en sueño. Pero no aparece el color, todo en blanco y negro.