viernes, 21 de noviembre de 2014

jueves, 13 de noviembre de 2014

Música clásica en Radio María

Esta madrugada he estado invitado al programa de música clásica de Radio María. Me imagino que podréis, si os interesa, escuchar el correspondiente podcast en la página web de la emisora. Espero que os guste la selección de música y lo que hablamos en el programa, cómo Dios nos lleva a una música y cómo la música nos lleva a Dios.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Algo sobre divorciados y vueltos a casar

La doctrina de la Iglesia es clara al respecto y no puede ser de otra manera ya que no puede hacer otra cosa sino ser fiel a la misión recibida de Jesucristo. El evangelio de S. Marcos nos dice que esta enseñanza fue dada con ocasión de haber sido puesto a prueba por los fariseos (cf. Mc. 10,1-12). Para mayor claridad, en la explicación de lo que les había dicho a los tentadores, Jesús dijo a sus discípulos:
Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio (Mc 10,11-12).
En su Iglesia, el Señor sigue siendo puesto a prueba y de nuevo se le pregunta en nosotros si es lícito divorciarse y volverse a casar. ¿Es lícito cometer adulterio (cf. Ex 20,14; Dt 5,18)?
"Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". Él el preguntó: "¿Cuáles?". Jesús le contestó: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 19,17-19).
Jesús es la Vida, en la comunión recibimos esa Vida, siempre que estemos en disposición de entrar en la Vida. Si no, lo que hacemos es suicidarnos espiritualmente:
Quien coma del pan y beba del cáliz del Señor indignamente es reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Así, pues, que cada cual se examine, y que entonces coma así del pan y beba del cáliz. Porque quien come y bebe sin discernir el cuerpo come y bebe su condenación (1Cor 11,27-29).
Para que pueda haber perdón de los pecados, es necesario que el penitente ya bautizado tenga contrición, confiese los pecados y haga la penitencia que le imponga el sacerdote que le dé la absolución. El Concilio de Trento, tratando del sacramente de la penitencia, dice:
La contrición, que ocupa el primer lugar entre los mencionados actos del penitente, es un dolor del alma y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante. Ahora bien, este movimiento de contrición fue en todo tiempo necesario para impetrar el perdón de los pecados, y en el hombre caído después del bautismo sólo prepara para la remisión de los pecados si va junto con la confianza en la divina misericordia y con el deseo de cumplir todo lo demás que se requiere para recibir debidamente este sacramento. Declara pues el santo Concilio que esta contrición no sólo contiene en sí el cese del pecado y el propósito e iniciación de una nueva vida, sino también el aborrecimiento de la vieja, conforme a aquello: "Apartad de vosotros toda la iniquidad que habéis cometido, renovad vuestro corazón y vuestro espíritu" [Ez 18,31] (DH 1676).
La pleamar de divorcios que estamos viviendo es, sin duda ninguna, un reto de gigantescas proporciones. A lo largo de la historia la Iglesia ha sido puesta a prueba en dos direcciones principales. La doctrinal, es decir, la de la correcta enseñanza y, por consiguiente, adecuada glorificación de Dios (orto-doxía). Pero la ortodoxia, la glorificación de Dios también ha sido siempre puesta a prueba en la fidelidad de toda la vida, lo que ha llevado y lleva a muchos cristianos a preferir morir antes que traicionar a Dios; así dieron y dan el máximo testimonio de la Verdad, la Bondad y la Belleza divinas, por ello son los testigos por excelencia, son los mártires. Ahí, en su muerte, pues no hicieron sino imitar a su Señor, tenemos la medida de nuestra respuesta. Creo desde hace años que en la fidelidad a la buena nueva del matrimonio y la familia va a estar el lugar del sacrificio incruento, sin sangre, de muchos mártires de nuestros tiempos o mejor confesores de la fe, pues no llegarán a morir, pero sí vivirán en una crucifixión permanente.

Tanto lo doctrinal y lo más vital están ahora puestos a prueba en el matrimonio y la familia. ¿Cuál va a ser nuestra respuesta? Son muchas las cosas que se están haciendo con gran sacrificio personal por parte de no pocos desde hace años. Ciertamente la dimensión del problema nos tiene que llevar a plantear una respuesta adecuada, que no podrá quedarse nada más en lo que ya está roto, sino que tendrá que tener muy en cuenta el fortalecimiento de la iniciación cristiana y de la vida comunitaria de la fe. Pero, en el acercamiento pastoral, siempre misericordioso, a quienes viven esta situación, no podemos perder de vista que el verdadero amor dice la verdad, que no da gato por liebre, que no puede hundir la cabeza en el agua a quien ha caído en ella y se está ahogando.

Con brevedad, tras estos someros precedentes, quisiera abordar sólo dos puntos que me han salido al paso en sendos artículos, el uno dependiente del otro. Leo en español y en inglés lo siguiente de Luma Simms, una mujer procedente del calvinismo, admirable en muchos sentidos como puede verse en los artículos a los que remito:
El mismo día en que mi alma se convirtió al catolicismo, descubrí que no podría recibir la comunión, porque soy una mujer divorciada y vuelta a casar [The day my soul became Catholic was the day I found out that as a divorced and remarried woman I could not receive Communion].
Mi interés se centra en los lectores del artículo en español. En el Ritual de la admisión a la plena comunión con la Iglesia Católica de los ya bautizados válidamente, se dice:
El rito de la celebración debe aparecer como celebración de la Iglesia, culminando con la comunión eucarística. Por tanto, generalmente, hágase la admisión durante la Misa (n. 3a).
En caso de que no pueda celebrarse ni en la misa ni con una celebración de la palabra, el ritual dice:
Pero si por circunstancias extraordinarias ni siquiera pudiera celebrarse la liturgia de la palabra, la admisión se hará según lo dicho, empezando por la monición del celebrante, que tomando pie de alguna palabra de la sagrada Escritura, exaltará la misericordia de Dios, que ha traído al que pide la admisión. Hágase mención de la comunión eucarística que éste ha de recibir próximamente (n. 28; cf. nn. 14b y 24).
En el n. 9 de dicho ritual se dice:
Si la profesión de fe y la admisión se hacen durante la Misa, el candidato, según su situación personal, confiese sus pecados, después de hacer saber al confesor su inminente admisión.
Otro tanto habría que decir respecto al que por circunstancias graves no pudiera ser admitido en la celebración de la misa pero que ha de recibir próximamente la comunión eucarística. A la luz de esto, habría que entender que aunque haya habido una conversión interior, sin embargo, esté pendiente la admisión plena por los motivos expuestos.

Veamos lo siguiente que me interesa comentar. El artículo en español al que he hecho referencia dice de Luma Simms:
El crecimiento espiritual de esta conversa se ha nutrido particularmente de la vida sacramental. No comulga físicamente, pero nutre su alma y camino de fe mediante la comunión espiritual…
Seguramente lo que haya querido decir el redactor con el genitivo "de la vida sacramental" es que se ha nutrido en torno a la vida sacramental, ya que no puede recibir los sacramentos.

En el artículo en inglés dice ella misma:
Since I cannot now receive the Eucharist, it is through spiritual communion that I am kept spiritually fed by the Lord. This act of willing reception is not, as some may think, second-class communion. Far from it. To believe so is to diminish one of the ways Christ feeds his people, as Hans Urs von Balthasar warns in his book, Prayer: "For spiritual communion is by no means merely an act of longing for the reception of the Lord under the sacramental signs; much deeper, and more properly, it is the act of prayer of a living and understanding faith, by which it enters into living communication and communion with Christ, the eternal and living Truth" [Ya que no puedo recibir ahora la Eucaristía, es a través de la comunión espiritual como me mantiene espiritualmente alimentada el Señor. Este acto de recepción por disposición no es, como algunos pueden pensar, una comunión de segunda clase. Nada más lejos. Creerlo así es disminuir uno de los modos en que Cristo alimenta a su pueblo, como Hans Urs von Balthasar advierte en su libro La oración: "Porque la comunión espiritual no es de ninguna manera un mero acto de nostalgia de la recepción del Señor bajo las especies sacramentales; mucho más profundo, y más propiamente, es el acto de oración de  una fe viva y sintónica, por la que entra en la comunicación y la comunión vital con Cristo, la Verdad eterna y viviente"].
Proponer la comunión espiritual a los divorciados vueltos a casar me parece oportuno, ahora bien, creo que habría que aclarar algunos puntos. Fe viva es aquella que es operativa en la caridad, es decir, aquella de quien está en gracia. La fructuosidad de la comunión espiritual de quien está en disposición de recibir la sacramental no puede ser la misma de la de quien no lo está. Tradicionalmente una de las fórmulas para la comunión espiritual ha sido:
Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu santísima Madre; con el espíritu y fervor de los santos.
Y creo que aquí está el meollo de la cuestión. Sin perjuicio de lo que quiera hacer Dios con cada uno, cuando se está en pecado mortal, la gracia que se ha de pedir para poder recibir al Señor con "el espíritu y fervor de los santos" es la conversión, el empuje para cambiar de vida y poder recibir la gracia del sacramento de la reconciliación y así poder comulgar; éste es el mínimo. Porque sin la caridad sobrenatural no somos nada (cf. 1Cor 13). Y, por supuesto, a quienes están en gracia y comulgan, aún les queda un mundo para tener la pureza, humildad y devoción de María, y bastante para tener el fervor de los santos. De modo que han de seguir pidiendo la gracia, que Dios siga aumentando el deseo de servirlo y amarlo, de complacerlo en el cumplimiento de su voluntad, de alabarlo, glorificarlo y darle gracias.

Por último señalar que entre la comunión sacramental y la comunión espiritual hay una notable diferencia. En el primer caso estamos ante uno de los siete sacramentos con todo lo que esto comporta.

Como coda final. No he oído a nadie hablar, respecto a este problema, pero que podría ser aplicable a otros, de una restauración del orden de los penitentes con las debidas reformas y adaptaciones. Podría ser un camino de conversión que, adecuadamente hecho, sin caer en las rigideces extremas del pasado, podría dar muchos frutos.





Nota: Se agradecerá que mi traducción del inglés del último párrafo sea mejorada por quien conozca dicha lengua. En especial, willing que he traducido por disposición y understanding que he vertido como sintónica.